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[OPINION]

EL SANADOR MANOS DE TIJERA
Por Alejandro Agostinelli
“La gente cree y siente que la corto, que le introduzco y le saco cosas del cuerpo, pero eso pasa solo a nivel de pensamiento. La tijera roza su piel y nada más. Yo opero, pero psíquicamente”. Este fue el sorprendente testimonio que el señor Ricardo Gil Lecha daba a la periodista Marta Platía para la edición del 3/9/93 del diario Clarín. Pero el curandero no había decidido confesar que engañaba a sus pacientes porque la sinceridad fuera su mayor defecto. En realidad, estaba blanqueando los secretos de su oficio, que ya habían sido desenmascarados en forma contundente en un noticiero de televisión.


El 14 de noviembre de 1991, Telefe Noticias mostró cómo el curandero “le hacia creer” (para usar sus palabras) al paciente de cáncer Rogelio Musconi (68) que con su tratamiento iba a curarle la enfermedad. Días después, el ilusionista Enrique “Aries” Márquez demostró ante cámaras -como lo hizo el año pasado con el filipino Alex Orbito promovido por Claudio María Dominguez- que tales operaciones son un burdo juego de manos con que se pretende justificar los 300 dólares o más que les cobran a sus pacientes.
Márquez explicaba que el truco de Gil Lecha consiste en “aplicar una pasta (Vefren) sobre el abdomen y tomar un algodón con la mano izquierda donde oculta un pomo con colorante. Con la otra mano toma una tijera con la que simula hacer un corte en la zona afectada y desliza la tijera trazando un surco. En el momento preciso, arroja un chorro de ‘sangre’ para dar la apariencia de que el corte es profundo. Luego toma una gran masa de algodón, la apoya sobre el abdomen y simula introducir una aguja por debajo del algodón y dentro del cuerpo del paciente”. Al final, para demostrar la eficacia del tratamiento, Gil Lecha asestaba dos fuerte puñetazos en el estómago del paciente, quien se quejaba ostensiblemente.
Durante los cinco días que dediqué a mi investigación en Capilla del Monte recogí el testimonio de media docena de vecinos indignados con el curandero. Pero como las anécdotas personales siempre son materia opinable, cito la denuncia que presentó el señor César Augusto Sardi al comisario Daniel A. Godoy de la ciudad de Zárate, Buenos Aires. Sardi declara que Gil Lecha pretendió cobrarle 300 pesos por “una operación astral al cerebro (me pasó por la zona occipital una tijera de podar) que me hizo tan mal que decidí no tomar los medicamentos que me había recetado”. Esta sola declaración remite directamente al articulo 208 que reprime el Ejercicio ilegal de la medicina.
Por todos estos antecedentes es atinado considerar peligrosas las actividades que realiza Gil Lecha, quien se presenta indistintamente como “doctor”, “profesor” o “licenciado”. Esta vez, el calificativo queda en manos de la inteligencia del lector.

Primera publicación: Revista Descubrir Año 6, N° 64, pp. 98. Buenos Aires, noviembre de 1996.

Nota del Editor: Una versión resumida de este texto fue publicada en la sección “Opinión” de la revista “Descubrir” bajo el título “Periodismo responsable”, a propósito de una carta documento enviada por el lector Mariano Arbonés, quien declaraba sentirse “ingratamente sorprendido por las afirmaciones de Alejandro Agostinelli” relativas al señor Ricardo Gil Lecha a quien (el periodista) sindica como un “peligroso imitador de los cirujanos filipinos” en una nota sobre Capilla del Monte, publicada en el N° 63 de “Descubrir”. Allí, Arbonés afirmaba que “desde hace cuatro años ‘camino’ gracias a ese ‘peligroso sanador’ y agrega: “No creo, he visto y lo he sentido en carne propia”.

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