[ENTREVISTA]

PHILIP J. KLASS: LA VERDAD
ESTÁ FUERA… DE LOS MEDIOS
Por Alejandro Agostinelli
“Si llegara a aterrizar una nave extraterrestre honestamente buena, sería el hombre más feliz de la Tierra”. Esta confesión no sería noticia si la hiciera un ufólogo del montón. Pero, esta vez, la suelta Philip Klass, acaso el ufólogo escéptico más famoso del mundo.
La llamada “bestia negra de la ufología” responde acusaciones, habla de su romance imposible con la televisión y revela qué sucedió el día en que le tocó debatir con Joseph Allen Hynek. También expone sus motivos para afirmar por qué considera a las abducciones un “juego peligroso” y se detiene a explicar cómo maneja su relación con los ufólogos, entre quienes, curiosamente, cuenta a sus mejores amigos.

“Si quieres ganar fama y dinero, no te aconsejo investigar seriamente a los OVNIs”, se anima a sugerir Philip J. Klass, autor de libros como Ufos Identified (1968), Ufos Explained (1974), UFOs: The Public Deceived (1983), UFO Abductions: A Dangerous Game (1988) y Roswell: The Real crashed-Saucer Cover-Up (1997) y del libro para niños Bringing Ufos Down to Earth (1990). Klass, editor de la prestigiosa revista Aviation Week & Space Technology y del boletín Skeptic Ufo Newletter (SUN), explica que se siente “atrapado”, incapaz de abandonar sus estudios ufológicos para evitar sospechas paranoicas entre los creyentes. Klass, en la escena OVNI desde 1966, denuncia que los escépticos son censurados en programas de TV prestigiosos como The Larry King Show y revela las sabrosas aventuras que protagonizó durante su larga y polémica trayectoria, consagrada a observar a la ufología desde la vereda de enfrente.

- En los Estados Unidos, los estudiosos escépticos de OVNIs caben en el puño de una mano. ¿Por qué organizaciones como el Commitee for the Scientific Investigation for Claims of the Paranormal (CSICOP) no son populares entre los ufólogos?

- Buen inicio. Primero, Paul Kurtz, presidente del CSICOP, que no es tan viejo como yo, se la pasa diciéndome: “Pil, no eres eterno, necesitamos encontrar un reemplazo”. Yo le contesto: “Tienes razón, Paul, me encantaría encontrar un sucesor, alguien a quién confiarle la investigación de estos casos. ¡Tengo tantas otras cosas que hacer! Si vivieras en los Estados Unidos y me dijeras: “Pil, me gustaría convertirme en tu sucesor, ¿cuáles son los requisitos?”. En ese caso, te contestaría: “Primero, debes ser capaz de dedicar entre 20 y 30 horas semanales al tema. Segundo, saber que puedes invertir cientos de horas a lo largo de seis meses para investigar un avistamiento que apareció en la TV como inexplicado, ir a los productores de TV, y decirles: “Bien, aquí tengo la explicación”... y soportar que te respondan: “Gracias, pero ya no me interesa”. Déjame contar un ejemplo: hace poco fui a Boston, a dónde me invitaron para grabar una emisión del programa Misterios sin resolver. Me tomé un día entero -sin paga, claro- para discutir el caso Roswell. Le dije al productor: “Aquí tengo copias de cartas, que alguna vez fueron Top Secret, que el jefe de Inteligencia de la USAF le envió al director de la sede de Inteligencia de Wright Field, en diciembre de 1948, un año y medio después del incidente de Roswell”. La carta decía: “Debemos averiguar qué son los OVNI, porque pueden ser vehículos espías rusos”. Esto demostraba que, si habían recuperado un plato volador en Roswell en el verano del ‘47, ¡alguien se había olvidado de avisarle a la cúpula de inteligencia de la Fuerza Aérea! Está bastante claro que deberían haber sido los primeros en recibir la noticia. Debieron haberlo sabido en minutos, en horas. ¡Pero había pasado un año y medio y todavía no se habían enterado! Por eso le dije al productor del programa: “¡Muestre este documento, nunca se vio por TV!”.

Si alguien te ofreciera una historia, una importante historia, en exclusiva, tú, como periodista, deberías correr tras ella, y apurarte para que la primicia sea tuya. Sin embargo, estos documentos nunca aparecieron en aquel programa. Lo mismo me pasó con Larry King, acaso el más famoso columnista de la televisión norteamericana. Hizo en su show un especial de dos horas, una hora del cual transcurría sobre un presunto encubrimiento OVNI en el desierto de Nevada. Cuatro ufólogos pro-ovni mintieron durante una hora. Entre el doctor Carl Sagan y yo no habremos estado más de tres minutos; ni siquiera tres minutos seguidos. Esa vez le dije al productor: “Dejo la entrevista aquí. Tengo un documento secreto, se lo doy en exclusiva porque hay demasiados misterios y ninguno de ellos aparece en un programa de dos horas, y lo dejan de lado”. ¿Por qué? Pues porque hablar de ello habría sido enfrentar a la audiencia con hechos difíciles de rebatir.

Por lo tanto, si vinieras a decirme: “Quiero seguir tus pasos”, yo te diría que, después de haber invertido tanto tiempo y esfuerzo, los medios, -todos, especialmente la TV- ignorarán tu trabajo. Es más: te advierto que los creyentes te acusarán de estar rentado por el gobierno. Y aquí estoy: tengo 78 años de edad [en 2003 está por cumplir 84 años], manejo un pequeño auto que no cambio desde hace 15 años, tengo un velerito que compré hace 25, y debo seguir trabajando. Si alguien me dijera: “Phil, no estoy de acuerdo con tu idea sobre los OVNIs”. ¡Muy bien! Está en su derecho. Pero si, en cambio, me dijera: “Phil, la única razón por la que haces esto es porque te paga el gobierno”, yo le respondería: “Ojalá!”. A mi edad yo no tendría que seguir trabajando para Aviation Week... En suma, si quieres convertirte en un investigador escéptico, serás acusado de ser agente del gobierno y no podrás difundir tu trabajo. Por otra parte, si te vas al otro lado, te van a entrevistar en la televisión, vas a aparecer en las revistas e incluso puedes escribir un libro y volverte rico y famoso. ¡Tú eliges!

- ¿Y por qué trabaja con tanto empeño? O debería decir... ¿obstinación?

- Déjame explorar la cuestión... (suspira) Bien: No puedo escapar. ¡Estoy atrapado como un animal salvaje! En el verano de 1986 me retiré oficialmente de Aviation Week. Ya en 1966 esperaba salir de la revista para ser escritor free-lance. Pero los editores insistieron en que siguiera escribiendo en ella y me ofrecieron un muy buen contrato que me permitía seguir trabajando desde mi casa. Mi primera misión fue un informe especial sobre cómo confundir a los radares. Ese número iba a salir en febrero, y nunca había ocupado de guerra electrónica. Quería que fuera un muy buen artículo y trabajé en el tema siete días a la semana. La fecha de entrega se venía acercando. Un día de esos estaba mirando la tele cuando apareció un informe sobre un piloto comercial japonés que había visto un OVNI. Mi esposa estaba ahí y ... ¡no sé cómo pude usar ese lenguaje! Eso significaba que iba a empezar a sonar el teléfono, que los periodistas iban a pedirme una explicación. Bueno, usted sabe cuánto trabajo tenía. Les podía decir, honestamente: “Lo siento, estoy demasiado ocupado para investigar esto, esperen un par de meses”. Pero, claro, ellos me iban a contestar: “Phil, usted dice esto porque no encuentra ninguna explicación”. Así, a pesar de todo mi trabajo, tuve que poner manos a la obra. Primero llamé a la Administración Federal de Aviación y pedí una transcripción de la cinta, porque, según recuerdo, el incidente había ocurrido en noviembre y el piloto no había hablado del caso hasta enero. Hacía falta saber qué había dicho el piloto al centro de control de tráfico y qué le habían contestado. No me sorprendió encontrar que aquel relato era significativamente distinto al que el piloto acababa de contar. Descubrí que el piloto estaba muy interesado en los OVNIs, e incluso que con anterioridad había informado de otros avistamientos... Por eso digo ¡estoy atrapado!

Le quiero decir algo más: si yo anunciara que, después de 30 años de investigación, decido alejarme del tema OVNI, saldrán a denunciar que descubrí alguna información secreta. Lo que le voy a contar ahora le va a sorprender, pero es cierto: yo no sé si tengo cinco o seis años más de vida. Pero, a mi edad, si llegara a aterrizar aquí mismo un plato volador, sería el momento más feliz de mi vida. No tendría mucho que perder, al contrario: pondría la CNN para ver cómo aterrizan sobre el césped de la Casa Blanca y, al ver cómo salen las criaturas de la nave, debería admitir mi equivocación y me encargaría de devolver el dinero a los pocos suscriptores de mi boletín, el Skeptical UFO Newsletter. Dejaría de publicar el SUN, mi teléfono dejaría de sonar, usted no me pediría esta entrevista y yo tendría un montón de tiempo libre, sin preocupaciones de ninguna clase. Dormiría con mi mujer por una semana y podría comenzar a disfrutar de la vida. Todo esto pasaría si yo hubiese estado equivocado, si tuviese que admitir: me equivoqué sobre los OVNIs, algunos de ellos son extraterrestres. Y agregaría: en la vida también me equivoqué muchas veces... Después de todo, no parece tan malo (sonríe). Por eso, a mi edad, si aterrizara una nave extraterrestre honestamente buena, sería el hombre más feliz de la Tierra.

- ¿Le resulta difícil admitir que un caso puede no tener explicación? ¿Es que tiene explicación para todos?

- Déjeme responderle con un ejemplo. Hace veinte años, recibí una carta de un viejo piloto de la Fuerza Aérea que daba clases en un pequeño colegio del sur de Wisconsin. Allí describía haber visto una luz misteriosa en el cielo. Y, como era un hombre con experiencia técnica, y no un loco, le comenté que, a partir de su descripción, podía tratarse de un globo meteorológico. Había permanecido ahí durante algún tiempo, era como una débil luz que se movía de un lado a otro, etcétera. Pero después de hacer varias consultas, comprobé que en la zona no habían lanzado ningún globo científico en ese momento. El propio testigo me ayudó a revisar los datos. Finalmente, le dije: “Vea, no hemos podido descubrir qué vio exactamente; sólo queda que haya sido un globo casero, hecho con bolsas finas de plástico y velas para iluminarlo.

- Aunque fuera una posibilidad entre otras....

- Por eso le dije: “Si usted quiere tomarse tres meses de trabajo y golpear en cada puerta del sur de Wisconsin y preguntar a cada vecino: ‘Señor, ¿tiene usted un hijo adolescente que hace alrededor de nueve meses pudo soltar un globo de tales y cuáles características?’”. También le dije que, aún si su padre supiera que el chico pudo hacer algo por el estilo, podía pensar que había ido contra la ley y encubrirlo. Por eso, incluso si nos tomamos tres meses y tocamos cada puerta, no íbamos a estar seguros... Por fin, el piloto me contestó: “Señor Klass, ahora que lo pienso, debe haber sido un globo de alguna clase y estoy conforme con su explicación”. Por lo tanto, éste es un caso inexplicado. Pero no inexplicable: pudo haber sido un globo. La carga de la prueba, entonces, recae sobre quienes afirman que hay naves inusuales en nuestros cielos, no sobre mí. No soy yo quien debe encontrar una explicación terrena a todos los casos: la carga debe recaer en quienes afirman que se trata de naves extraordinarias; ellos deberían probar que no se trata de algo prosaico.

- ¿Hay garantías de que, al menos, un pequeño número de las decenas de miles de casos OVNI, podría evidenciar una anomalía desconocida?

- Buena pregunta. Incluso los creyentes admiten: “Ok, el 90 por ciento de los casos tiene explicaciones prosaicas. Sólo un pequeño porcentaje, dicen, son verdaderamente anómalos. Yo les contesto: “Ok, dénme una lista de esos casos”. Pero si usted le pregunta a diez ufólogos distintos, ninguno le va a dar una lista de los mismos diez casos OVNI. Usted le va a dar la lista del experto número 1 a otro y él dirá: “No, Gulf Breze es un fraude, Roswell otro fraude... Yo creo en el caso de Trans-en-Provence”. Usted le devolverá la lista al experto número 1 y él dirá: “Oh, no, el caso Trans es un fraude”. Así, usted no hallará puntos de acuerdo sobre cuáles son esos casos realmente inexplicables.

Esto mismo lo dije en 1984. ¿Usted sabe quién era Joseph Allen Hynek? Bien, ese año, el CSICOP celebró una conferencia sobre temas paranormales en Palo Alto, California. Y, como siempre, invitamos a hablar a varios simpatizantes de lo paranormal. Esa ocasión fue invitado el doctor Hynek. En su discurso, dijo: “Por 35 años hemos estado recolectando casos y hasta ahora no hemos convencido a la comunidad científica de que exista algo realmente extraño. Por eso, debemos cambiar de mentalidad. En efecto (cito de memoria), en otros 40 años, aunque hayamos recogido otros 10 mil casos, no convenceremos a los científicos. Hay que hacer algo diferente”.

A mí me tocó hablar después. Y le dije que estaba de acuerdo, que si bien estábamos en desacuerdo en ciertos temas, yo también pensaba que había que hacer algo nuevo para involucrar a la comunidad científica. Y le sugerí lo siguiente: que él, el doctor Jacques Vallée y otros se juntaran y vinieran con tres, cuatro o cinco casos ovni que hubieran sido investigados tan completamente, tan cuidadosamente, que podamos estar seguro de que no hay ninguna explicación convencional. Llegados a esa instancia, vienen a Washington, golpean la puerta de la Academia Nacional de Ciencias, que es el cuerpo científico más prestigioso, y dicen: “Aquí están los tres, cuatro o cinco casos mejor investigados. Estamos completamente seguros de que no tienen explicación terrena. Los desafiamos a crear un panel para investigar estos mismos casos. Y el panel, después de un año, volverá y dirá (supongamos que los casos hayan sido cinco): “Bueno, no estamos de acuerdo con el caso número 1, pues pudo haber sido un globo meteorológico; tampoco estamos de acuerdo sobre los casos 2, 3, y 4. Pero sí parece haber un caso que carece de explicaciones triviales. Si la Academia confirma que hay por lo menos un caso que no puede ser explicado, entonces el mundo de la ciencia irá a golpear la puerta de sus casas para decirles: “¡Tenemos que investigar a los OVNIs!”. Yo terminé mi conferencia diciendo: “Ahora, doctor Hynek, sé que hay algo nuevo. Esa es una idea nueva. No espero que salte y diga: “¡Ok, vamos a hacerlo!”. Pero me gustaría que dijera: “Lo pensaré”. Bueno, terminamos, nos fuimos a almorzar a la cantina de los estudiantes, creo que era en la Universidad de Stanford. Hynek se sentó en otra mesa con un periodista de un diario de San José. No sé qué le dijo Hynek, pero en mis archivos tengo el recorte del artículo donde el cronista le pregunta: “Doctor Hynek, ¿qué piensa de la sugerencia de Philip Klass?”. Y en el artículo se citaba a Hynek diciendo: “No conozco un solo caso que estuviéramos dispuestos a someter a la Academia Nacional de Ciencias”. Yo no estaba en la mesa, no sé si dijo eso realmente, pero es lo que el periodista escribió. Hynek vivió dos años más. Por lo tanto, pudo haberlo hecho. Bueno, lo cierto es que Hynek falleció. Pero yo les digo a los líderes de los grupos ufológicos que vengan con dos, tres o cuatro casos, no con mil o 10 mil. Y la única restricción que pondría es que fueran casos ocurridos en los Estados Unidos. Yo no trataría de investigar el caso de [Antonio] Vilas Boas, que ocurrió en Brasil hace 40 años.

- ¿Y el caso de Lonnie Zamora, en Socorro?

- Ok, el caso Socorro... (revolea los ojos como si le hubieran formulado la misma pregunta miles de veces). Ya iremos a ese punto. La segunda restricción sería de índole práctica; yo no la impondría, pero puede ser útil. Habría que evitar los informes de los años ‘40 y ‘50. Tendríamos que ir atrás a investigar cosas muy viejas. Hay casos OVNI de hoy, de ayer, de la semana pasada y por lo tanto sugiero -ya que, cualquiera sea el fenómeno, sigue ocurriendo-, no hay necesidad de retroceder a estudiar casos ocurridos hace 40 años, donde la memoria del testigo pudo haber envejecido o pudo haber muerto. Para mí, éste es un desafío. Quienes sostienen que hay un 1 por ciento de casos inexplicados deberían buscar un consenso sobre qué casos están hablando.

- Le preguntaba por el caso Socorro porque alguna vez sugirió que pudo tratarse de un fraude armado por la Cámara de Comercio...

- Déjeme explicarle. Cuando escribí mi primer libro, era nuevo en el oficio y le tenía miedo a los juicios. Creía que era un fraude, pero temía que al decir “es un fraude”, involucrando al alcalde, éste me iba a iniciar una demanda. Dejé la cuestión abierta a que pudiera ser un fenómeno eléctrico, un plasma. En mi segundo libro lo llamé fraude. Lo más interesante es que el ex alcalde nunca me escribió para decir: “Señor Klass, usted me ha acusado falsamente de un fraude, yo soy inocente”. Nunca lo dijo. No lo sé, pero si, en un libro, alguien me acusara de mentir, yo le escribiría.

- Pero, ¿tenía usted pruebas para hacer esa acusación?

- ¿Cómo probarlo? Muy pocos creadores de fraudes fueron desenmascarados. Hay excepciones, claro. Por ejemplo, cuando recién me empezaba a interesar en el tema OVNI aparecieron unas fotos tomadas por un marino inglés. La historia tuvo mucha publicidad en los años ‘50. Pero recién en 1965, el fotógrafo admitió haber construido unos modelos de madera balsa, a los que colgó de un árbol. Cuando le preguntaron por qué lo había hecho, él contestó: “Yo no dije que fuera un OVNI. Yo tomé la foto, la llevé a un diario y pregunté: ‘¿Qué fotografié? ¿Qué es esto?’. Ellos dijeron: ‘¡Es un OVNI, es un plato volador!’” (Se ríe). Es claro que aquel fotógrafo tuvo toda la intención de montar un fraude...

El punto es que no hay ninguna ley contra un informe falso sobre OVNIs, al menos en los Estados Unidos. Ninguna ley castiga falsificar la foto de un plato volador. Y creo que debería haberla. Me gustaría que la hubiera (sonríe) ... Haría mi vida más fácil, se lo aseguro.

- ¿Y qué porcentaje piensa que representan los fraudes?

- Creo que son una minoría. Diría que la mayor parte de los informes son honestos. La mayoría de ellos provienen de gente honesta que vio algo que no pudo identificar. Y no sabe cómo manejarlo, cómo investigarlo. En mi opinión, el número de historias falsas se ha incrementado, en gran medida, en los años recientes. Las historias sobre abducciones... Déjeme ilustrar esto: si yo quisiera hacer un informe falso según el cual vi un ovni sobre Washington a las 2:15 de la tarde, los periodistas dirían: “Bueno, si esa nave gigantesca hubiera estado volando a plena luz del día, ¿por qué nadie más la vio?”. Por eso yo elegiría cuidadosamente el escenario. Diría que la ví a la medianoche, en la oscuridad. Pero aún así, si digo que brillaba y era gigante, los medios me preguntarían: “Bueno, ¿por qué no tenemos ninguna otra denuncia? Resultaría sospechoso. Pero ahora, con las abducciones, “ellos” se meten en nuestra habitación en mitad de la noche… “Mi esposa estaba a mi lado durmiendo”, dirá. Naturalmente, el investigador preguntará si ella también vio algo. “¡No! ¡Lanzaron un hechizo sobre ella, la durmieron y borraron su memoria!”. Así, ahora, puedo inventarme las historias que se me ocurran…

- ¿Cuál es la intención de quienes falsifican abducciones? ¿Qué buscan?

- Si un un perfecto extraño viniese a preguntarme cómo puede hacerse famoso, salir en la TV y hacer mucho dinero, porque lo único que sabe hacer es cavar zanjas, le contestaría que se compre un libro de abducciones, que lo lea y cuente una historia similar, aunque un poquito diferente. Si su abducción es igual a la que contó el invitado de la semana pasada, no va a triunfar en la TV.

- ¿Whitley Strieber, autor de Communion, es un ejemplo de esto?

- En fín, en este caso tengo que cuidar mucho mi lenguaje. En Communion, el mismo Strieber menciona que en 1986 estaba yendo a un psiquiatra, el doctor Donald Klein, quien le dijo que tal vez él sufriera un trastorno llamado Epilepsia del Lóbulo Temporal. Ahora bien, si yo sufro esta enfermedad, puede atacarme hoy y mañana, cuando voy a tener las alucinaciones más locas y voy a creer que están ocurriendo realmente. Puedo creer que alguien me está cortando la cabeza y me parecerá muy real. Pero en dos semanas, cuando la situación se aclare, yo me daré cuenta de que sólo era una alucinación. Por eso, el doctor Klein, le dijo: “A partir de sus historias y de mi análisis, tal vez usted esté sufriendo de epilepsia del lóbulo temporal, pero esto va y viene, no es como una pierna rota”. Si yo tuviera una pierna rota, usted podría examinarla y comprobar qué sucedió. Por eso, Strieber se sometió a varios test y el último diagnóstico que he visto del doctor Klein, hace varios años, no probó ni que él sufriera esa epilesia ni lo contrario. Esta fue la declaración que le dio a Ed Conroy, amigo de Strieber y autor de un libro. Como Conroy era su amigo, él autorizó a Klein que le diera el informe. Por eso, en mi opinión, el primer libro de Strieber no es un fraude, no contaba intencionalmente una historia falsa. Desde entonces, en sus libros más recientes, no sé si encontró un filón. Hizo más de un millón de dólares con el primero. En este punto, no sé si él no está embelleciendo, si no está llenando de detalles para hacer a la historia más novelesca. Lo interesante del fenómeno de las abducciones es que, si fuera cierto que los ET están secuestrando humanos para llevarse sus óvulos y esperma para crear híbridos, sólo debería haber atletas olímpicos contando haber sido abducidos. En general se trata de personas muy comunes. Tampoco son Carl Sagan o Albert Einstein. ¿Sabe qué quiero decir? No tienen un cerebro grandioso. Usted los ve y son gordos, las mujeres no son particularmente atractivas. Si yo fuese alguien que cava zanjas o hace un trabajo rutinario y nunca esperase salir en televisión o ser mencionado en una revista, podría volverme famoso y podría volverme, incluso, un profeta. ¿Sabe qué es un profeta? Como Moisés cuando dice: “Yo fuí al desierto...”

- La abducción es casi un fenómeno religioso...

- Sí. Le debo decir que no soy una persona muy religiosa, pero hace 2.000 años la gente decía: “Fuí al desierto y Dios me habló. Y me dijo: ‘No matarás, no harás aquello...’” por entonces alguna gente afirmaba, como sucede hoy mismo, haber hablado con Dios. Pero hoy la moda es decir: “Yo fuí abducido por estos sabios extraterrestres y me dieron su gran sabiduría: no hagan la guerra nuclear -me dijeron-, es malo para el planeta...”

- ¿La hipnoterapia para abducidos es más peligrosa que ir a un psicoanalista?

- Oh, sí... Si usted viniera y me dijera: “Señor Klass, ví un ovni la otra noche, hizo esto, hizo aquello, creo que era una nave extraterrestre...” Yo le diría que si al creer haber visto una nave lo hace sentir bien, ¡está bien ¡Creer en eso no le va a hacer ningún daño!

- Los psicoanalistas creen en el inconciente... cuya existencia es tan discutible como la de los extraterrestres...

- Pensar que los OVNIs pueden ser naves espaciales de otros mundos, es una creencia que no lo va a torturar a usted, ni a sus hijos ni a su familia. Ahora bien, si usted se involucra en el culto de las abducciones ufológicas, eso arruinará su vida personal, y dejará cicatrices en su vida familiar. No, no es peligroso creer que la luz que revolotea ahí afuera viene de otro mundo. Pero si lees libros y ves programas de TV donde dicen que los extraterrestres están secuestrando gente de sus habitaciones y que no puedes hacer nada para evitarlo, que volverán y te llevarán la próxima semana, el próximo mes, o el próximo año, y que van a secuestrar a tus hijos, y a tus nietos, porque quieren tu esperma... sí lo es.

- ¿Es un sistema de creencias paranoico?

- Sí, y ésto es peligroso (se entusiasma). Usted no puede escapar. Hace unos diez años, en Inglaterra, una mujer mató a puñaladas a sus dos nietitas para evitar que fueran secuestradas por extraterrestres. A mí me llamó un psicoterapeuta de Carolina del Norte que tenía una paciente algo especial. El médico que se la había derivado descubrió un bulto anormal en la base de su cerebro y le indicó que aquél debía ser removido. Pero la paciente había leído un libro de abducciones ufológicas y decidió que había sido abducida, que los extraterrestres le habían puesto un implante y que allí se debía quedar hasta que los ET se lo quisieran sacar. Por eso, su médico, la mandó al psicoterapeuta, que compró mi libro y se lo hizo leer a la paciente. El psicólogo me llamó para preguntarme si yo estaba dispuesto a hablar con esta mujer en caso de que ella tuviera alguna pregunta para hacerme y le contesté que sí, que por supuesto. El psicólogo le cobraba entre 50 y 100 dólares la hora y yo no esperaba paga alguna, aclaro. Un par de semanas después él me avisaría. Me contó que ella era divorciada, que tenía un hijo pequeño que leyó libros a favor de las abducciones. El le decía cosas tales como: “Mamá, quiero salir esta noche, ¿me secuestrarán?” El psicólogo me dijo: “No solo estoy preocupado por la base de su cerebro sino por un niño pequeño que está creciendo con miedo a la oscuridad, con miedo a dormir en su propia habitación, pensando que ahora le llega su turno...” Finalmente, recibo un llamado de esta chica. Yo esperaba que me iba a decir: “Señor Klass, yo no estoy de acuerdo en todo, pero al menos me dio la opción, me abrió los ojos de que tal vez debería sacarme esto, así mi hijo y yo podemos vivir una vida normal, sin miedos...” En lugar de eso, estaba muy enojada. ¿Cómo podía yo cuestionar que había sido seleccionada entre millones de personas por extraterrestres que la eligieron por sus óvulos? Ella se sentía superior. Al cabo de unos minutos, le dije: “En este país usted es libre de creer lo que quiera, y ésto es lo que usted eligió creer”. Así terminó nuestra conversación. Nunca volví a oir sobre ella. No sé si su excrecencia anormal sigue ahí. Sólo quiero destacar este concepto: si usted quiere creer en OVNIS, no hay riesgo alguno; pero si quiere creer que los alienígenas entran a su habitación y dejan embarazada a su hija adolescente, eso ya es peligroso.

- Hay una idea, bastante popular entre los escépticos, que propuso el periodista H L Mencken, según la cual una carcajada vale más de mil silogismos. ¿Cómo cree preferible combatir ciertas creencias? ¿ridiculizándolas o educando al público?

- Bueno, en mi opinión, no hay una sola respuesta. Yo considero cada caso, cada oportunidad por separado. Aunque usted hubiera sido un creyente de la línea dura, si quiere encontrarse conmigo, conversar e intercambiar ideas, si tengo tiempo, puedo hacerlo. Yo creo en el discurso inteligente. Si tengo tiempo, no me preocupa si mi interlocutor es creyente o escéptico. Le diré que hoy algunos de mis mejores amigos son creyentes en general, quizá escépticos con respecto a Roswell, pero tal vez no respecto a Gulf Breze, y así. Yo no les pido que digan: “No creo en ningún informe de ovni”. No, eso sería ridículo. Ellos son libres. Todo lo que les pido es honestidad. Ahora, por ejemplo, si usted fuera un creyente en los ovnis y yo le dijera: “He oído que tiene una copia de una carta de John Johnes donde admite que su foto es un fraude”. Si usted me llegara a contestar: “Phil, yo tengo esa carta, pero hice el juramento de no entregar ninguna copia”, Ok. Ahora bien, si usted me dice que no la tiene y resulta que me mintió, eso para mí es el peor pecado, y no me resultará fácil perdonarlo. Todo lo que pido es franqueza, y no me quejo de nada fuera de eso. Creo que la TV es muy parcial. Está muy sesgada y eso no me preocupa tanto por los ovnis sino por cuestiones más delicadas como, por ejemplo, la energía nuclear. Cuando veo que en la TV mi opinión sobre los ovnis aparece sesgada por un tratamiento parcial, me pregunto si no harán lo mismo con cuestiones más importantes.

- El ufólogo neoyorquino Antonio Hunneus me comentó que usted prefiere creer que Strieber fue abducido de verdad antes que en el Black Mantha o en otra nave del gobierno...

- Yo creo que el gobierno está desarrollando nuevas aeronaves experimentales aparte del Bombardero B-2, el caza F-117. Pero son proyectos encubiertos. Este cover-up se puede montar cuando sólo hay uno o dos prototipos construidos. Y solamente se los hace volar en Nevada y durante la noche. Pero si se fabrican grandes cantidades de aeronaves y se tienen que hacer volar sobre Chicago, Cleveland o los Angeles, entonces resulta muy difìcil mantener el secreto. De hecho, el F-117 empezó a realizar sus vuelos de prueba alrededor de 1978. En diez se derrumbarías todo el encubrimiento, el secreto sería difícil de mantener y no tendría ningún valor haber guardado un avión nuevo y maravilloso. Si no se lo puede usar en Bosnia, si no se lo puede usar en el Golfo Pérsico, no sirve. Se supone que lo guardan en Nevada porque no quieren que nadie se entere. ¿Dónde estaría la gracia? Por eso, en mi opinión, allí puede haber dos o tres aeronaves experimentales, únicas en su tipo. Pero cuando la gente dice: “Sí, lo ví volando sobre Chicago, Londres...” Mmmm...

[Addenda]

HOMENAJE AL 'SHERLOCK HOLMES DE LA UFOLOGÍA'

Según anotó el periodista español Luis Alfonso Gámez el 16 de julio de 2003 en su blog Magonia, en su edición del 14 de julio la revista Aviation Week & Space Technology se hizo eco del homenaje que le rindió a Klass esa publicación, a la que dedicó 51 años. “Ya octogenario recibió premios por su profesionalidad y capacidad de trabajo en equipo”, le comentó a Gámez el periodista James E. Oberg, ex ingeniero de la NASA y divulgador científico. En la misma edición de Magonia, Gámez informa que el número 76 del Skeptics Ufo Newsletter, el boletín bimestral que PhilipKlass edita desde hace décadas, sería también el último. El estado de salud de Klass, cofundador en 1976 del Comite para la Investigación Científica de las Afirmaciones de lo Paranormal (CSICOP) y presidente del subcomité OVNI de esa entidad- no le permitiría seguir al frente de la publicación. “Estoy cerca de los 84 años” -escribió- “y eso me ha obligado a tomar una difícil decisión”. Escribe Gámez: “No habrá más Skeptics Ufo Newsletter, pero el legado del investigador está al alcance de cualquiera en sus libros e innumerables artículos, y en los archivos de Klass que el CSICOP empezó a colgar hace tiempo en Internet.”

ENLACES EXTERNOS:
Commitee for the Scientific Investigation for Claims of the Paranormal (CSICOP)
Magonia

Skeptics Ufo Newsletter


 

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