Dery, Mark
Periodista, Ensayista. EE.UU.

Escritor y crítico cultural, Dery se hizo conocido entre los lectores hispanos por su ensayo “Velocidad de escape”. Destacado crítico de la cibercultura, iteórico e impulsor del hacktivismo, abordó tempranamente los conflictos propios de la era de las nuevas tecnologías sin dejar de mirar el mundo y su tiempo ni los fenómenos humanos más enigmáticos de la moderna contracultura. Casi desde el under, en los '90 ha publicado artículos que -paradójicamente- alcanzaron amplísima difusión gracias a Internet. Su obra más citada -El Manicomio Pirotécnico- es casi un manifiesto de anticipación sobre la era del descontrol, el uso terrorista de la tecnología y las conspiraciones seculares que irrumpieron a fines del siglo XX, adueñándose de las pesadillas del siglo XXI.


“El día en que Dreamland se incendió, Coney se convirtió en
un verdadero manicomio pirotécnico. En la madrugada del 27 de mayo de 1911 un incendio estalló en la Puerta del Infierno, un paseo en lancha a una fosa sin fondo. El fuego destrozó las construcciones de yeso de Dreamland (n. del e.: parque de diversiones cerca de N. York) mientras “las llamas incontrolables subían más alto que cualquiera de las torres de Coney, los animales aullaban desde el interior de las jaulas en donde quedaron atrapados y los leones, enloquecidos, corrían con las melenas en llamas por las calles” (...). Ahora, mientras encaramos el fin de milenio, Dreamland arde otra vez.” Este texto de Dery, extraído de “The Pyrotechnic Insanitarium: American Culture on the Brink” (1999) (algunos capítulos del libro se publican aquí mismo ), es tal vez una de las más perfectas profecías seculares que anticiparon la hoguera geopolítica, cultural y social que se inició tras los atentados de las Torres Gemelas y el Pentágono en setiembre de 2001. Los pronósticos de Dery, escéptico de lo paranormal, fueron más acertados que los de Michelle de Nostradamus o los de cualquier otro arúspice psíquico o astral.

Para Dery,el ciberespacio es otro espejo donde descubrir las claves del mundo: se inscribe en esa corriente de pensadores que apuesta revisar los aspectos más reveladores de la condición humana situándose para observar -y participar- desde los márgenes, en los extremos patológicos de la cultura. En su obra denuncia que cada cierre de época trae parte de la siguiente. “La disolución cultural al agonizar la Edad Media -escribió- colocó los cimientos del Renacimiento y de la primera era moderna; la decadencia, a fines del siglo XIX, de la agricultura despejó el camino para que transitara sin obstáculos el capitalismo industrial moderno. ¿Qué viene después, si hemos de basarnos en la ubicuidad de la cirugía plástica o en la fetichización de los asesinos seriales como signos de una inminente transformación radical de nuestra vida social?”

RETRATISTA DE UNA ALDEA DESQUICIADA
En ese estrambótico catálogo de horrores posmodernos que es la materia prima de El Manicomio Pirotécnico, Dery en 1999 afirmaba que el “fin de milenio en Norteamérica es un carnaval infernal”, una creciente comedia negra que amenaza salirse de todo control (1). Dery escribe sobre la desconfianza en los gobiernos, sobre la brecha que agiganta las diferencias entre pobres y ricos, sobre la ansiedad finmilenarista, que abarca desde las profecías apocalípticas bíblicas hasta los conflictos interétnicos y generacionales. Pinta la aldea norteamericana, sí. Pero sus observaciones trascienden las fronteras nacionales: “¿Estamos en los albores de una nueva era de inquietud y sinrazón? ¿O son las visiones de excesos y premoniciones de cataclismos mera numerología en Norteamérica, las mismas manías masivas que sitian la conciencia de Occidente cada mil años?”, se pregunta. Más que una enumeración indiferente de conductas desquiciadas (porque en su último libro abundan payasos pervertidos, asesinos seriales, carne molida, cuerpos desviscerados, tumores en formol, bebés recién nacidos muertos, partes corporales), Dery describe con precisión la cultura freak que compartía el zoológico humano que desfiló por las orillas del pasado milenio, preanunciando a algunas de las figuras que iban a descollar en los umbrales del actual. Lo hizo sin nombrar a George Bush ni a Osama bin Laden, pero ni falta hacía. En su obra ellos están presentes de la manera más atroz: reptando en las sombras de esa cultura política mezclada con fundamentalismo religioso que estaba por estallar.

Desde hace varios años, Dery estudia la sociedad y sus comportamientos y miedos extremos. Aún no había finalizado el siglo XX cuando advirtió que la Humanidad era testigo de “una erupción de extremismos”: deportes extremos, ciencia extrema (cerdos que producen hemoglobina humana), televisión extrema (los casos policiacos más espeluznantes), enfermedades extremas (la bacteria carnívora), sexo extremo (sadomasoquismo), arte extremo (tatuaje y modificación corporal), juguetes extremos (videogames despojados de todo concepto de misericordia), creencias extremas (Heaven’s Gate), asesinos extremos (Jeffrey Dahmer encabezando el Hit Parade de los depredadores seriales), conductas extremas (Mike Tyson mordiendo la oreja de Evander Holyfield) y, más profundamente, extremos económicos: el profundo abismo que separa a las élites financieras de la pobreza extrema.”

DEMIURGO DEL APOCALIPSIS
Los hispanos le conocemos a Dery su notable “Velocidad de escape” (2), donde analiza el alba de un futuro donde la realidad comienza a ser usurpada por un creciente universo de bits: economía, arte, producción de bienes y trabajo que se plasman manejando representaciones virtuales de objetos por medio de herramientas cibernéticas. Dery colaboró con infinidad de cibermagazines (entre ellos, en el mensuario australiano, hoy de culto 21C), pero también escribió en The New York Times, Rolling Stone y Wired, desde donde lanzó las más duras criticas que recibieron las propuestas de futuro del gurú del Media Lab the MIT, Nicholas Negroponte, a quien acusó de postular como un asunto deseable un futuro consumista y elitista, o de empresarios hiperconcentradas trasnacionales como las que administran Bill Gates, el fundador de Microsoft, o el magnate Robert Murdoch.
Negroponte -escribió Dery- es un futurista de salón, un vendedor inmaculadamente vestido y bronceado de la sublimación de la tecnología y un ejemplo de cómo alguien que no es esencialmente más que un famoso portavoz-modelo de los cambiantes humores del salón de muestras de nuestra cultura ha sido elevado al estatus de rey de los filósofos. Creo que es un triste comentario sobre el mundo intelectual que alguien como Negroponte, cuyo trabajo básico consiste en que los japoneses inviertan en el Media Lab de MIT, sea considerado un profundo pensador sobre los significados de nuestra cultura y tecnología al final del siglo. Su libro 'Being digital', miope y vacuo, ofrece una visión profundamente fosilizada que no ha evolucionado desde la Feria Mundial de Nueva York de 1939” (3).
“Velocidad de escape”, fuente de inspiración de ensayistas como Erik Davis, acaso fue el primero que se atrevió a explorar cómo los intelectuales de la cibercultura comenzaron a deificar a las nuevas tecnologías. “¿Buscamos un dios en ese mundo virtual?”, preguntó a Dery el periodista Javier Martínez de Pisón. “Sobre todo me refiero -contestó- a la mitologización del Internet como una especie de universo paralelo. Creo que se trata de dos conceptos: uno es lo que el crítico cultural Leo Marx denomina ‘la sublimación de la tecnología’, una vieja tradición del siglo XX que critica y destruye todo aquello que sea entusiasmo crítico y disidencia. La sublimación de la tecnología de la era industrial temprana de los años 20 era un suerte de rapsodia poética de las grandes obras del hombre, representada perfectamente por esta declaración de Henry Adams en el Salón de las Máquinas de la Exposición Universal de París a comienzos de siglo: ‘La dinamo es la Virgen María de la cultura de la máquina’. Es decir, que se oyen ecos de esta retórica en los artículos de gente como el director de Wired, Kevin Kelly, que dice cosas como que la primera vez que entró on-line fue ‘una experiencia religiosa’. O Perry Barlow, el famoso ciberpontífice, que quisiera que el ‘ciberespacio se desprendiera de la realidad como una parte de la nave Enterprise’. Es una clase de retórica que suena a éxtasis religioso.”

LAS TRIBUS ELÉCTRICAS VIENEN MARCHANDO
Dery también se ha interesado por la cultura electrónica subterránea y las nuevas tribus cibernéticas, especialmente aquellas que descubrieron en la vida online un océano infinito de posibilidades, planteando, en algún caso, alcanzar la inmortalidad haciendo un download de la mente a una computadora. Escritor de una cultura enciclopédica y editor de el libro de ensayos sobre cibercultura “Flame wars”, en “El manicomio pirotécnico” Dery se ocupó del frenesí milenarista y de sus manías, profecías y delirios. Para Dery, el antídoto para la tecnofilia o la “alucinación de lo técnico” es la resacralización del mundo. “Creo que existe un hambre por lo sagrado en un mundo cuyo foro cultural ha sido borrado todo vestigio de profundidad espiritual genuina. (...) La escoba con la que se ha barrido eso ha sido el libre mercado, el capitalismo de consumo que ha afectado los significados y ha promulgado a las comodidades como si fueran la forma más real de intercambio entre dos personas, como el punto más importante de conexión. El mercado lo ha logrado utilizando la publicidad, que ha extendido sus tentáculos a las facetas más íntimas de nuestra imaginación, de nuestra vida mental, constantemente seducida por anuncios, canciones, productos y películas.”
Dery no escapa al pesimismo que irradia el absorbente agujero negro de la globalización, según el cual la Era de la Información, en la medida de que monopolice el control de las actividad económica, educativa e informativa, seguirá asfixiando el bienestar de los que carecen de canales de acceso.

En el desolador mapa que Dery dibuja de la "nueva sociedad global", el vacío del saber aparece como otro de los más graves estigmas de nuestro tiempo. “Vivimos un momento de ignorancia extrema, donde el conocimiento vital humano que siempre tuvimos sobre quiénes somos y dónde vivimos parece estar más allá de nuestra comprensión. Una ausencia de iluminación, una Edad de la Desinformación.” A ese panorama le opone acciones de provocación; por ejemplo: "generando tácticas simbólicas creativas para cambiar por dentro el sistema" (4).

NOTAS:
1) “Catálogo de lo grotesco - Un manicomio pirotécnico que amenaza salirse de control” en Opera Mundi, Revista Digital, No. 16, México, D. F., 10 de junio de 2001.
2) Dery, Mark: “Velocidad de Escape” (Grove Press Books, 1996). Ediciones en español: Siruela, 1998.
3) Martínez de Pisón, Javier; Entrevista con Mark Dery. En El médico iberoamericano.
4) Dery, Mark. Intrusión Cultural. Penetrando, ‘Tasajeando’ y Allanando el Imperio de los Signos. Manifiesto publicado en “Open Magazine” (sin fecha conocida). Una traducción al español fue difundida por la desaparecida revista cultural “Planeta X” (México. Director: Óscar García: 2001).

ENLACES EXTERNOS
Mark Dery
Editorial Siruela

Essential Media
Opera Mundi

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[Por Alejandro Agostinelli. Este texto es parte del Proyecto Enciclopedia Multimedia de Cultos, Mitos y Misterios. Exclusivo para Dios! © 2002 Todos los derechos reservados.]
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