[ENTREVISTA]

FERNANDO KRAVETZ:
LAS RAZONES DE "EL DOCTOR RATÓN"
Por Alejandro Agostinelli
"Si el Senasa [sigla del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria] no lo hubiese consultado en esta investigación, desconfiaría de sus resultados", aseguró, lapidario, el biólogo Mariano Moldes, criptozóologo escéptico y ex alumno del doctor Fernando Kravetz en la Universidad de Buenos Aires.

Es que Kravetz, profesor titular de Ecología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, es considerado el principal científico local experto en el roedor del género Oxymycterus, mejor conocido como ‘hocicudo rojizo’, la especie a la que se atribuyó parte de la epidemia de mutilaciones de ganado en la Argentina.

Kravetz tiene 58 años y desde los 20 años estudia comportamiento, biología y ecología de estos animalitos. Fue a pedido de Alejandro Soraci, rector de la Universidad Nacional del Centro (UNICEN), que Kravetz examinó cuatro casos de animales mutilados. "Básicamente, medí las marcas que aparecieron en los tejidos más duros, que son los que se encuentran en la base de la lengua y el eventual punto de acceso de los roedores, y encontré que las medidas son concordantes. Entonces le dije a Soraci: ´filmen, capturen y tomen muestras’. En el curso de la investigación, la gente del Senasa llegó a ver cómo en tres casos estos ratoncitos salían de la boca del animal muerto cuando los vieron llegar..."

Otra autoridad científica en ecología rural, el doctor Jaime Polop, también fue discípulo de Kravetz. Polop desautorizó cordialmente a su maestro, negando la participación de este género de roedores. Por ejemplo, argumentó que los hocicudos son raros en Córdoba, donde fueron denunciados varios casos. "Yo nunca dije que a todas estas vacas se las comió el hocicudo -comentó Kravetz-, sino que ví rastros de su actividad en los casos que me tocó examinar", casi todos correspondientes a la zona serrana de la provincia de Buenos Aires.

Kravetz se caracterizó por responder con simpatía la consulta de colegas, periodistas y expertos en OVNIs. "Cuando la ufóloga Andrea Pérez Simondini me dijo que descubrió un patrón de marcas de 2,5 mm. le respondí que esta distancia es compatible con la mordedura que deja el ratón común, también llamada urbana o de bañado. O sea que no solo los hocicudos rojizos participaron de la fiesta..."

LA CUEVA DE JERRY
Fernando Kravetz, a la vez, señala la sincronicidad entre el crecimiento de la población de ratones y el aumento de la disponibilidad de animales muertos. "Si se denunció el hallazgo de 300 mutilaciones de animales, se podría estimar la existencia de 2.000 cadáveres en total... Y 2000 cuerpos hallados en estas circunstancias son una cantidad congruente para esta época del año: en marzo se levantaron las cosechas y en abril el clima cambió bruscamente. La Argentina, además, está en un proceso de tropicalización. Hay muchas lluvias y se dan importantes cambios en la vegetación. Por eso, a las enfermedades clásicas o el efecto del frío, muchos animales caen muertos por la falta nutrientes o la existencia de pasturas inapropiadas. Si, por otra parte, las condiciones son propicias, estos ratoncitos se desplazan y tienen más chances de sobrevivir. La estrategia central de los roedores pampeanos es oportunista: cuando llega el frío, hay especies que buscan refugio dentro de reses muertas. Hay por lo menos diez especies distintas que podrían estar participando".

No le asombró constatar, al revés del doctor Polop, que estos roedores pasaran de comer lombrices a carne de animales muertos: "Si le das a un hocicudo una lengua de vaca se la come, y eso está documentado". Tampoco encuentra incompatible a la actividad de estos roedores con el hallazgo de cortes circulares. "Ya desde los dibujos animados de Tom y Jerry sabemos que la entrada de sus cuevas es circular, y si se encuentra este mismo tipo de corte en el cuerpo de un animal es porque el roedor está parado en algún lugar y va trabajando de arriba hacia abajo."

Kravetz sonríe benevolente cuando, al intuir la intención de alguna pregunta, descubre que a su interlocutor le encantaría saber qué opina de quienes creen que el ganado argentino fue víctima de una extravagante incursión predadores de otros mundos. Pero él no abre juicio sobre esos asuntos: es de los científicos que se limitan a hablar de su especialidad. Igual está fascinado: jamás imaginó que llegaría el día en que los pequeños protagonistas de sus estudios, cuyos habitos le quitaron el sueño durante 38 años, iban a convertirse en chicos de tapa.

© 2002 Alejandro Agostinelli

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