[POLTERGEIST]

CASO GENERAL MADARIAGA: EL EMBRUJO DE UNA ILUSIÓN
Por Ladislao Enrique Márquez
Sin duda se trató de la “noticia paranormal” registrada en la Argentina más estremecedora sucedida en la última década del siglo pasado. Sucedió en abril de 1993 y por aquella “casa encantada” desfilaron parapsicólogos, videntes y religiosos. Por suerte, también estuvo el autor de este artículo, que encendió un faro en la neblina.

El jueves 22 de abril de 1993, un cronista del diario Clarín se puso en contacto telefónico con el CAIRP (Centro Argentino para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia) en tiempos en que yo era su director. El periodista me pidió una opinión sobre una extraña serie de sucesos ocurridos en General Madariaga (provincia de Buenos Aires, Argentina). “Allí hemos comprobado -me dijo- que vuelan objetos, se caen los muebles, hay un par de zapatos que caminan solos”, etcétera, etcétera. Como no poseía ninguna información sobre el caso, le respondí que me reservaba la opinión. Sin embargo, ante su insistencia, pasé a describirle sucintamente lo que suele ocurrir en los llamados casos de poltergeist. Ni lerdo ni perezoso, mi interlocutor comenzó a tomar apuntes, que al otro día fueron reflejados en el artículo que tituló: “Según la opinión de un experto puede ser un fraude psicopatológico” .
Después le pregunté quién había sido el periodista de Clarín que había comprobado los fenómenos, a lo que respondió que fue un corresponsal de Mar del Plata. Insistí y reformulé la pregunta: “¿Qué fenómenos vio o pudo comprobar?”. Respuesta: “En realidad él no vio nada, pero registró todo lo que le dijeron los testigos”, a lo que contesté con el clásico “¡¡¡Aaahhh... hubiéramos empezado por ahí!!!”. Al día siguiente tenían previsto viajar a General Madariaga. Sugerí la posibilidad de acompañarlos y aceptaron; la única recomendación que les hice fue que yo pudiera “hacerme pasar” por un periodista del diario, para evitar el consabido argumento de que “la presencia de escépticos inhibe la producción de los fenómenos”.

VISITA A GENERAL MADARIAGA
Llegamos junto al periodista Luis Pazos (LP) cuando eran las 14.45 del día siguiente. Las referencias que disponíamos hasta ese momento eran éstas:
- En la calle Urrutia 563 de dicha localidad, en una casa muy humilde, habita una familia compuesta por María Ferreyra (68), sus dos hijos Ramón Horacio (35) y Julia Ramona (36), y Julio Nazareno Nahuel (10), hijo de Julia.
- Los presuntos disturbios se inician el sábado 17/4 y culminan el miércoles 21/4.
- La casa no tiene luz eléctrica, posee dos habitaciones, una cocina-comedor y un baño en el fondo.
- El asunto ya había tomado trascendencia pública y había opiniones divididas.
- Hubo intervención policial a cargo del comisario Claudio Mejías, y se dio parte a José Luis Macchi, juez de Dolores.
- María y Julia Ferreyra visitaron al sacerdote Carlos Silvestre, párroco de la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús, quien les entregó un rosario y agua bendita. Si bien aquéllas se autodefinen como católicas, anteriormente había frecuentado una iglesia evangélica que finalmente abandonaron.
- Los principales testimonios provenían de María y Julia Ferreyra, del comisario Mejías, de una enfermera llamada Ana María Torney -quien trabaja en una clínica que linda con la casa de los Ferreyra-, y de algunos vecinos que se mantuvieron en el anonimato.
Los fenómenos relatados eran los siguientes:
a) Elementos pequeños (vasos, tarros) que se caían desde su lugar.
b) Velas que se cortaban y se apagaban.
c) Cajones de un mueble de cocina que se abrían y se cerraban; los cubiertos que había en su interior salían volando.
d) Broches para la ropa que salían volando de una palangana.
e) Volaban sábanas, frazadas, almohadas, paneras, trapos de piso, vasos y un toallón.
f) Desplazamiento de una mesita de luz.
g) La puertas de un ropero se abrían y dejaban salir la ropa, que chocaba contra la pared.
h) Zapatos y zapatillas que caminaban solas y luego salían volando.
i) Ruidos extraños.
j) Elementos (piedras, palos de escoba, tarros) que volaron y golpearon a personas.
Con este informe tan impresionante, variado y rotulado como “inexplicable”, fuimos a visitar la ya famosa “casa embrujada” de General Madariaga.

ENCUENTRO CON LA FAMILIA FERREYRA
Mientras esperábamos que nos atendieran -parados en la puerta principal que da acceso al terreno donde se sitúa la casa- comenzaron a acercarse algunos curiosos. Ni bien llegaron doña María y Julia, LP trató de persuadirlas de que nos permitieran pasar. Tras una breve resistencia, y en parte ayudados por el clima de burla y escepticismo que campeaba -en un momento se produjeron comentarios enojosos entre los curiosos y Ferreyra-, finalmente pudimos ingresar.
Antes de entrar nos recordaron que “ya no pasaba nada”. Según ellas, los fenómenos cesaron a partir de la visita de una tal Susy López (SL) quien hizo “algunas cosas”. También nos confesaron lo cansadas que estaban con todo este asunto y que, afortunadamente, ya todo había terminado.
Por un lado, manifestaban no saber explicar qué había ocurrido, pero a la vez ya jugaban en forma un tanto confusa con algunas hipótesis que les habían transmitido “los entendidos” (a saber, parapsicólogos y videntes). Entre espíritus burlones, energías psíquicas, fenómenos parapsicológicos y la infaltable alma en pena de algún difunto querido, parecían más proclives a aceptar esta última, ya que hacía un año había fallecido el abuelo, a quien no habían podido velar, hecho al que se sumó el maltrato que había recibido de una enfermera, quien -según ellas-, le pegaba mientras estuvo internado.
En todo momento trataron de mantener a Nazareno -hijo de Julia- al margen de los hechos alegando que era un chico normal y que no tenía nada que ver con el tema. Por lo pronto, hacía una semana que Nazareno no iba al colegio. Con mucha naturalidad y poder de síntesis nos relataron algunos de los sucesos, afirmando incluso que se habían acostumbrado a convivir con ellos. No agregaron más datos a los que ya conocíamos, pero sí algunos detalles que para mí eran de suma importancia. Por ejemplo:
1-
Cuando interrogué a doña María acerca de cómo habían ocurrido los hechos cuando las visitó el comisario Mejías, me respondió que en la noche en que éste concurrió, al intentar ingresar en la casa, se dio cuenta de que no había luz (sólo una o dos velas encendidas) y de inmediato fue a buscar algo para alumbrar, ya que no traía nada consigo. Un vecino le facilitó una linterna o lámpara (no precisó) y, justo en el momento en que estaba en el umbral de la puerta de la cocina-comedor, se cayó un jarro que se encontraba sobre un aparador a la izquierda de la entrada, ante lo cual el comisario retrocedió. “No, yo aquí no entro”, dijo, y se quedó afuera (?).
2-
Cuando le pedí a Julia si yo podía ver dos faroles que se habían roto por los golpes de una “escoba voladora”, ella dudó un instante y me respondió que ya los había tirado y que no sabía dónde estaban (?).
3-
Julia nos reveló que padecía de un reumatismo infeccioso que incluso a veces le impedía sujetar las cosas porque “se le caían de las manos” (!!!).
4-
Cuando indagamos sobre su acercamiento a una iglesia evangelista se pusieron de muy mal humor. Al principio dijeron que preferían no tocar el tema y luego, ante la insistencia de LP, accedieron y, muy agresivamente, se despacharon sobre la persona de un tal pastor Pedro Istillarte. Según ellas, el principal motivo de su alejamiento fue que el pastor les había propuesto que se bautizaran en una ceremonia muy especial, en la cual deberían permanecer “desnudas sobre un techo” (?).
5-
Nos comentaron que durante los días de los sucesos eran continuamente asediadas, no sólo por el periodismo sino también por un sinnúmero de personas que entraban y salían como “panchos por su casa”. Algunas se burlaban y hacían bromas “tirando cosas por el aire”. Según Julia, hasta llegaron a robarle el monedero. Un día, incluso, llegaron dos micros de tours con personas que venían a visitar la “casa embrujada”...
Con el pretexto de pasar al baño del fondo me encontré con Nazareno, con quien mantuve un breve diálogo. En ningún momento intenté preguntarle sobre lo sucedido puesto que -a mi modo de ver- este niño ya era víctima de las circunstancias y le iba a resultar difícil revertir el proceso. Solamente hablamos de cosas intrascendentes, no relacionadas con el caso, y se mostró muy tranquilo, sin temor alguno sobre lo que estaba sucediendo. Tomamos algunas fotos y nos retiramos.
Al salir de la casa nos encontramos con un gran tumulto, cámaras de tevé y algunas acaloradas polémicas entre los vecinos. Observé que había cuatro señoras muy molestas con este asunto y consideré oportuno indagar al respecto. Su mayor indignación era con el periodismo, especialmente el de la Capital, que “nunca se acuerda de General Madariaga y ahora viene para hablar de ‘casas embrujadas’ y otros disparates”. Consideraban que todo esto era un invento y que el periodismo era en gran parte responsable de tanto revuelo. Tres de ellas eran docentes y dos eran madres de los compañeritos de Nazareno. Afirmaban que esta familia siempre fue “muy especial”, que la madre nunca se despegaba del chico, que no lo llevaba a las fiestas de cumpleaños de otros compañeros, que lo tenía aislado y que ella también era muy “extraña”. Nos recomendaron que habláramos con la psicopedagoga del colegio.
Totalmente escéptica, una de ellas dijo que hasta ahora lo único coherente era el recuadro que se había publicado el viernes en Clarín, en donde un señor hablaba de fraude psicopatológico. Obviamente, estas señoras no sabían que estaban frente a ese señor. Entonces, LP se acercó, revelándoles mi identidad, motivo por el cual se alegraron y se sintieron más confiadas para hablar -aunque ya habían dicho lo sustancial. Les preguntamos sobre el pastor Istillarte y nos dijeron que era una persona magnífica y que todo el mundo lo quería, circunstancia significativa, máxime si tenemos en cuenta que ellas decían ser católicas.

LA PITONISA DEL PUEBLO
Nuestro próximo objetivo fue entrevistar a la famosa Susy López, profesional de las “artes adivinatorias” (tarot, videncia, quiromancia, etc.) cuyo papel, a juzgar por los comentarios, había sido protagónico. Susy nos recibió en su hogar con mucha cordialidad y simpatía, respondiendo a todas las preguntas. La habilidad de LP permitió que obtuviéramos más información de la que podíamos imaginar. Por ejemplo, que el comisario Mejías la consultaba para “curarse el mal de ojo”, o que le “leía las manos” al padre Silvestre. SL estaba convencida de que todos los incidentes fueron provocados por un “espíritu burlón”. Mediante sus conjuros mágicos y algunas velas encendidas, el espíritu travieso habría abandonado la casa, pero no había garantías de que no regresara.
Nuestro interés principal era investigar los fenómenos “inexplicables” de los que SL fue testigo. Básicamente eran cuatro: una vela que se apagó, un poco de tierra que cayó del techo, un trapo de piso que voló, y una mesita de luz que se cayó. Dado que yo conocía la precaria estructura de la vivienda, no consideré que los dos primeros tuvieran gran relevancia, por lo cual me centré en los últimos. Sobre el caso del “vuelo de un trapo de piso” sólo basta recordar que SL nunca vio de dónde provino el trapo y, por lo tanto, no estaba en condiciones de afirmar o negar si alguien lo arrojó. Cabe destacar que la “observación” coincide con los días de mayor alboroto.
Lo más interesante e ilustrativo fue lo que ocurrió con la mesita de luz. Me estremeció escuchar, en palabras de SL, que lo de ella fue tan “serio” que incluso tomó algunas medidas de control. Para evitar la posibilidad de que alguien volcara intencionalmente la mesita -que estaba entre dos camas-, ató un hilo a los dos bordes de las respectivas camas, y, a pesar de que nadie tocó el hilo, la mesa se cayó. Y ahora viene lo mejor. Ingenuamente, yo supuse que su intención había sido comprobar si algún miembro de la familia violaba su “hilo de seguridad”. No, en absoluto. Su intención era controlar el ingreso de algún extraño en la casa.
Desde ya, huelgan los comentarios sobre esta medida de control. Pero lo más sorprendente -o quizá no tanto- se produjo cuando pregunté qué pasó después de que ató el hilo. SL respondió: “Me fui a casa y cuando volví al otro día, la mesa se había caído y el hilo estaba igual”. Contuve mis gestos y proseguí: “¿O sea que no viste cuando se cayó la mesita?” SL contestó: “No”. Insistí: “¿En qué posición quedó la mesita?”. SL: “Bueno, en realidad yo no la vi porque cuando llegué ya la habían puesto en su lugar”. Con esto me bastó para terminar de formarme una idea de la calidad de su testimonio.
Como último dato a destacar, y después de algunos “forcejeos psicológicos”, SL nos confesó sus sospechas y temores sobre Ramón -hijo de doña María-, quien tendría alguna vinculación con la magia negra a través de un umbandista.

LOS DEMONIOS DE DON PEDRO
Nos quedaba el testimonio del pastor Pedro Istillarte, sobre quien la familia Ferreyra había formulado graves acusaciones -que no se correlacionaban con la opinión de los demás vecinos ni con la de SL. La gran intriga era saber qué podía haber motivado semejante reacción por parte de las Ferreyra.
Al enterarme de que Julia y María estuvieron vinculadas a un culto evangelista, mi mayor sospecha era que éste fuera un grupo pentecostal, en donde se sobrestima la acción del demonio, lo que quizá podría haber alentado alguna creencia en la posesión diabólica.
Mis presunciones fueron confirmadas “parcialmente”, ya que don Pedro es pentecostal y nos demostró su ferviente creencia en las “actividades demoníacas”. Durante la entrevista recurrió -en más de seis oportunidades- a versículos bíblicos en los que se involucraba al demonio, en páginas que ya traía marcadas. Por otra parte -y según mi interpretación- había un antecedente clave que podía relacionarse con ésto. Más arriba digo “parcialmente” porque cuando entrevistamos a la familia Ferreyra, su permeabilidad y confusión acerca de teorías espiritistas y parapsicológicas preponderaban sobre la interpretación demoníaca. Tampoco nos consta que ésta haya sido la interpretación original, pero no la podemos descartar. De todos modos, estos datos sólo son un aporte para confirmar el clásico encuadre psicosocial que caracteriza a estos casos: el ámbito mágico-religioso.
Si bien don Pedro -quien ya no era pastor- no tuvo ninguna participación en los incidentes, estaba al corriente de todo y nos facilitó, con muy buena voluntad, una importante información, que sumaría eslabones para concatenar una serie de conjeturas.
Frente a las imputaciones de las Ferreyra, la primera actitud de don Pedro fue de piedad y resignación, considerando que “a esta gente le hace falta paz”. Atribuyó el relato de la ceremonia bautismal a una invención y manifestó no entender los motivos, ya que el modo en que se realizan tales celebraciones en las iglesias evangélicas se conoce públicamente. Don Pedro recordó un incidente ocurrido años atrás, cuando las Ferreyra lo habían visitado debido a la aparición de “algo extraño” en una rama del árbol de la casa. Según la descripción, se asemejaba a un pájaro o búho al que en una oportunidad le creció una larga cola similar a la de una comadreja. Él las acompañó con cierto escepticismo pero, una vez allí -y a pesar de que no vio nada- no dudó sobre la posibilidad de una visita demoníaca. También comentó los problemas que Ramón -que es alcohólico- ocasionaba a la familia. Definió a Julia como una mujer “muy particular”, quien en varias oportunidades le manifestó que en el culto la gente la miraba en forma extraña o no la saludaba, cuando en realidad él no encontraba ningún motivo que justificara ese tipo de sospechas. Evidentemente, “todo pasaba por su imaginación”.
Esto es apenas un resumen de la información que recogimos en General Madariaga junto con LP, quien hizo un excelente y detallado informe incluyendo mi opinión en un recuadro destacado publicado en Clarín del domingo 25 de abril titulado “No hay pruebas” . Aquí sólo he volcado algunos detalles que en ese artículo no fueron consignados y que -a mi modo de ver- revisten importancia.

MUCHO RUIDO; ¿Y LAS NUECES?
Esta es mi conclusión a la hora de analizar los datos disponibles. Por un lado vemos que el 97 por ciento de los “fenómenos extraordinarios” fueron relatados por Julia y María Ferreyra; sin testigos. El 3 por ciento restante proviene de un comisario temeroso y dubitativo, cuyas expectativas y creencias mágicas lo hacen muy poco confiable. Demostró su mayor irresponsabilidad cuando, en condiciones pésimas de iluminación, se atrevió a calificar como “inexplicables” sucesos a los que no se le ocurrió buscar explicaciones alternativas. Hacia el final veremos un testimonio aún más revelador sobre esta actitud tan poco profesional.
También queda a la vista que las pruebas de paranormalidad que intentó aportar SL son tan frágiles como su “hilo de control”. Sin duda es un modelo perfecto de cómo se distorsiona una declaración. Por otra parte, la imprudencia del comisario fue un buen motivo para que ella pasara a ser la vedette del caso.
No faltó alguna anécdota ocasional en que participara un testigo poco confiable una señora a la que, estando en la puerta, le pegó una piedra en el brazo; alguna jovencita que se desmayó porque sentía que “algo la tocaba”; y otros que vieron volar cosas desde la casa. Luego se comprenderá mejor el peso de estos testimonios, de hecho no más confiables que los anteriores.

MARCO PARA UNA INTERPRETACIÓN
Simplemente tomando la información recabada sobre el caso (el cual no es para nada aislado puesto que refleja la clásica sintomatología o prototipo de muchísimos otros referentes), y sin pretender hacer un psicodiagnóstico, podemos indicar que nos hallamos frente a una familia con serios problemas de relaciones interpersonales y con conflictos internos, acaso agravados por la presencia de un alcohólico. Esta circunstancia los llevaría a una necesidad de afirmación a través de un vehículo externo de orden mágico-religioso. En principio, éste aplacaría la ansiedad y sería el agente que considerarían adecuado para desplazar su frustración; una frustración relacionada con factores socio-económicos, en una situación marginal de acuerdo al entorno más próximo, que les permitiría -mediante el móvil elegido- salir del anonimato y satisfacer un afán de notoriedad.
Más asociado a un encuadre psicopatológico, hay indicios de antecedentes alucinatorios y delirios persecutorios. A este respecto, se sumaron evidencias -que LP pudo confirmar en su nueva visita- cuando la producción del programa televisivo Hola Susana ofreció a Julia Ferreyra 500 dólares para que se presentara en el ciclo. Si bien al principio aceptó, al enviarle un coche especialmente para ella, cambió de opinión y exigió custodia policial. Una vez que se accedió a su pedido, rechazó definitivamente la oferta porque -dijo-: “A lo mejor, durante el viaje, me ponen una bomba. Y además mi mamá me dijo que si me iba, se suicidaba”.
Encuadrando las cosas de esta forma, no se puede descartar que aquello que tal vez comenzó como un “accidente” o “travesura”, rápidamente se transformara en el gran fenómeno. Y el infaltable soporte ideológico desde lo religioso, lo animista y lo parapsicológico, tan común en estos casos, es finalmente el condimento óptimo para dejar listo el menú para cierta prensa hambrienta de sensacionalismo.
En definitiva, nadie ha podido demostrar que los relatos no sean el mero producto de la expectativa, la sugestión, anomalías perceptivas, la fabulación, o la mentira. Es más, todo indica que cualquiera de estas alternativas es más plausible, a menos que alguien pueda demostrar lo contrario.
Veamos un ejemplo más de la calidad de los testimonios: “El sábado a eso de las ocho de la noche estábamos en la cocina y de repente se cayó un vaso de plástico con una bombilla. Pensé en el viento, aunque mucho no había, pero enseguida se apagaron las velas y empezamos a ver en la oscuridad esas cosas”. (María Ferreyra, Clarín, 23/4/93).
Nadie señaló que para aceptar afirmaciones extraordinarias necesitamos pruebas extraordinarias. Ni siquiera se han aportado las ordinarias: ni una filmación, ni una simple fotografía, a pesar de que tantas cámaras de tevé y fotógrafos profesionales hayan transitado la casa.
Lo que también consta en los relatos es que más de uno se hizo el plato a costa de los acontecimientos. Y no es precisamente ésto lo que hay que dejar en un segundo plano. Por el contrario, ¿cuántos testimonios habrán sido el resultado de tales bromas? Ante esta total falta de evidencia, al menos en lo que se refiere a lo paranormal, ¿estaba justificado semejante alboroto?

CADA CUAL ATIENDE SU JUEGO
A los pocos días se desató una feroz competencia entre parapsicólogos, religiosos y videntes, que se disputaron el trono de las explicaciones. Al periodismo no le faltaron voceros oficiales, ya que había para todos los gustos. Sí hubo un común denominador, éste es que ninguno vio que se moviera ni un solo cabello, pero, con la omnipotencia que los caracteriza, todos tenían resuelto el caso.
Mientras el conocido parapsicólogo jesuita Oscar González Quevedo decía que no había espíritus ni demonios -aunque sí una energía somática llamada “telergia” que puede mover objetos a distancia dentro de un radio que no supere los 50 metros-, el evangelista Istillarte estaba preocupado porque el espíritu maligno retornase siete veces más fuerte. Otros parapsicólogos, provistos de una tecnología superior a la cinta métrica, gustaron posar para los periodistas gráficos. Tal es el caso de Alonso Beroiz, quien portando un par de alambrecitos cromados con el ostentoso nombre de aurameter y dual rot, pretendía detectar presencias sobrenaturales o quizás alguna energía psicotrónica.
No menos audaces fueron las declaraciones y participación del “mentalista” y “metapsicólogo” Ricardo Schiariti quien, sin vacilar, afirmó que las almas de los bebés que fueron abortados ilegalmente en la clínica vecina a la casa de la familia Ferreyra eran las causantes de todo. Tampoco se descartó la influencia de algún brazo amputado. Tal vez, después de estas declaraciones, el comisario Mejías le pida rendición de cuentas al honorable director de la clínica. ¿Quién nos dice que si alude en su defensa que todo fue a más de 50 metros de la casa no quede sobreseído? De todo y para todos.

¿POSEÍDO POR EL ESPÍRITU DE SHAKESPEARE?
El caso también estuvo apadrinado por uno de los máximos exponentes del periodismo televisivo. En la noche del jueves 29 de abril, uno de los programas con mayor rating de la tevé argentina, también dedicaría su espacio al caso de General Madariaga. fueron seis los convocados para participar del programa Hora clave, conducido por Mariano Grondona, en cuyo último bloque vertirían sus respectivas opiniones los parapsicólogos marplatenses José M. Ochambella y Estrella Rodríguez, la vidente Susy López, el ex pastor Istillarte, el Pde. González Quevedo, y la única voz en discordia: la del CAIRP, por mi intermedio.
Las cartas estaban echadas. Pero nadie imaginaba que el propio conductor del programa se reservase una sota en la manga. Después de agradecer el poder de síntesis de los invitados, Mariano Grondona pasó -con el tiempo justo- a una de sus famosas encuestas. “¿Cuál es su opinión sobre los acontecimientos de Madariaga?”, fue la pregunta. Para responder había sólo dos opciones posibles planteadas en los siguientes términos: 1) “Son supercherías o supersticiones” (31 por ciento de respuestas afirmativas) 2) “A veces pasan cosas que la ciencia no puede explicar pero igualmente son reales” (69 por ciento de respuestas afirmativas) (1).
Tras esta divertida y “paranormal” forma de plantear una encuesta, Grondona se permitió colegir la siguiente conclusión: “¿Se acuerdan de lo que le dijo Hamlet a su amigo Horacio?: pasan más cosas en el cielo y en la tierra que las que sueña tu filosofía. La gente está diciendo dos a uno que acá pasan cosas que no podemos explicar. El que pudiéramos explicar todo sería una muestra de soberbia tan terrible... y a veces la ciencia cometió esa soberbia: lo que yo no puedo explicar, no existe. ¿Se acuerdan ustedes? Pasó también con todos estos remedios para el cáncer y demás: lo que yo no puedo explicar, no existe. Lo que tú no puedes explicar y lo que yo no puedo explicar, existe”.
Hasta aquí, sólo un parapsicólogo podría pensar que “ese palo no era para mi gallinero”. Y así fue. Lo más divertido fue el motivo por el cual se vio turbada la intención del conductor, cuando en lugar de ser el escéptico quien recogiera el guante, lo interrumpió González Quevedo para decirle: “Estos fenómenos la parapsicología los explica muy bien”. Y como para que el ingenuo Grondona se confunda un poco más, la parapsicóloga Rodríguez agregó: “Yo considero que esto es poltergeist, pero no niego la existencia del espíritu; eso es innegable, eh, aparte...”.
En mi respetuoso silencio, mientras escuchaba, me preguntaba: ante estas muestras de humildad ¿cómo revertiría el problema el sabio Mariano? Con una lánguida sonrisa, esbozó: “Desgraciadamente, ésto no termina... Yo hablo mucho de la humildad de la ciencia porque creo que la ciencia es una maravillosa expresión humana, pero no puede tener la soberbia de decir: lo que yo no puedo explicar, ¿verdad?... o disminuir a la parapsicología o cualquier otra explicación que haya” (y se le terminó el programa).
El único acierto del señor Grondona fue decir: “Desgraciadamente esto no termina”. Desgraciado para él, por cierto, puesto que la Hora clave del caso empezaría tres días después, cuando se hizo público un nuevo testimonio, del cual hasta el día del programa yo sólo tenía una breve referencia anónima. Pero el lunes 3 de mayo, en Clarín, el periodista Luis Pazos, al mejor estilo detectivesco, daría el “toque de gracia”, en un trabajo encomiable que reveló, con nombre y apellido, las declaraciones de quien habría sido testigo y coautor de un gran fraude en el caso Madariaga.
Se trata de Marcelo Carolio, un rotisero que tiene su negocio en la esquina de la famosa “casa embrujada”, quien afirmó haber visto a Nazareno arrojar cosas por el aire, colaborando incluso él mismo con el fraude tirando papas a fin de demostrar que los espíritus no existen.
Veamos textualmente el informe de LP: “Hace catorce años que Mario Carolio vive en Madariaga. El domingo en que la familia Ferreyra hizo la denuncia, entró en la casa junto a la policía. Estuvo tres horas. ‘Era de noche -recuerda- llovía y, como los Ferreyra no tienen luz eléctrica, la única luz era la de una vela. Todos estábamos asustados. Yo llevé, por las dudas, un crucifijo en el bolsillo. Como en el interior de la casa no pasaba nada, la familia aseguró que se debía a nuestra presencia. Así que salimos. De pronto, empezaron a caer cosas. No salí corriendo porque la policía se la aguantó y eso me dio ánimo. Si no, todavía me están buscando’. “A pesar del susto, Carolio se repuso y decidió investigar. Lo primero que hizo fue esconderse detrás de uno de los árboles que hay en el terreno que rodea la casa. Desde allí vio a Julio Nazareno, de 10 años, que ‘estaba en el fondo y arrojaba cosas sobre el techo para que cayeran en el frente de la casa, justo donde estaba la familia y la Policía. Lo primero que hice fue decírselo a los oficiales’. Frente a la casa de los Ferreyra vive la familia Ochoa, compuesta por la madre y sus once hijos. ‘Los pibes estaban asustados -contó Carolio a Clarín- porque creían que estaba el diablo. Así que decidí demostrarles que era todo mentira. Una noche nos escondimos detrás de un Citröen que estaba estacionado enfrente, y comencé a tirar papas al terreno de la casa embrujada. La gente enseguida empezó a decir que un espíritu hacía volar las cosas’.
La versión del comerciante fue confirmada por la familia Ochoa, por dos vecinos (un ex maestro rural y un ex funcionario de educación) y por la propia Julia Ferreyra, quien aseguró a Clarín que ‘encontré en el terreno papas que nunca compramos’.”

Después de este testimonio, el mutis por el foro del periodismo pasó a ser el protagonista. Al final de cuentas, Hamlet tenía razón: “Tiran al cielo más cosas desde la tierra, Mariano, que las que sueña tu filosofía”.

(1) Total de encuestados: 576 Personas. Fecha: 28/04/93. Encuesta realizada por Javier Otaegui & Asociados.

Primera publicación: Márquez, L. Enrique, “Caso General Madariaga: El embrujo de una ilusión”, en El Ojo Escéptico N° 7-8, Año 3 / julio de 1993. Pp. 6-16.

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