[UFOGÉNESIS]

EL ERROR DEL PLATILLO*
Por Martin S. Kottmeyer

"¿Por qué platillos volantes?, ¿por qué no cubos volantes o pirámides volantes o, ya que estamos, ¿por qué no elefantes rosas volantes o incluso edificios volantes?", solía preguntarse el doctor Joseph Allen Hynek. Esa pregunta tiene respuesta. Entérese, entonces, de los entretelones de la más sorprendente historia nunca antes contada acerca de cuándo, quiénes y cómo fueron construidos los más famosos cacharros que se ven en los cielos.

 

Portada del primer número de la revista FATE, de la primavera de 1948, editada por Ray Palmer, otro de los impulsores del gran mito de los platillos voladores.


De vez en cuando, los ufólogos manifiestan su profundo sentimiento de que los OVNI no pueden ser simplemente un mito. Basta mirarlos. ¿A quién se le podría haber ocurrido esa forma? Los viajes espaciales tienen que ver con cohetes, no con esas maravillas de forma discoidal. Todo el fenómeno es tan... sí, justo, tan distinto y ajeno de lo que nosotros supondríamos...

J. Allen Hynek, uno de los más destacados ufólogos de su tiempo, lo expresó de esta manera: "¿Por qué platillos volantes?, ¿por qué no cubos volantes o pirámides volantes o, ya puestos, por qué no elefantes rosas volantes o incluso edificios volantes, reportados desde un centenar de países diferentes? Si los informes OVNI no fueran sino fruto de una imaginación desbordada, ¿por qué no cientos o miles de formas total y radicalmente diferentes, conforme cada persona en cada cultura concreta daba rienda suelta a su imaginación dentro de sus condicionantes locales?" (Hynek UFO Report, Dell, 1977, p. 28).

John Prytz, quien supo defender en una fascinante serie de artículos la hipótesis extraterrestre frente a las interpretaciones psicosociales del fenómeno OVNI, dedicó todo uno de ellos ('UFO Genesis', MUFON UFO JOURNAL, Septiembre 1982, p. 10-14) a explorar este enigma. En 1947 no existían películas de ciencia-ficción y las series anteriores a esa fecha, The Purple Monster Strikes (El monstruo púrpura ataca) y Flash Gordon, solo incluían cohetes. Llego incluso a revisar los periódicos de la época sin poder encontrar nada en el entorno cultural que pudiera haber estimulado el fenómeno platillo. Aquella época fué bastante aburrida. Prytz concluye: "La oportunidad temporal en la génesis del fenómeno OVNI moderno, que no puede explicarse lógicamente, es otro potente argumento más en favor de una naturaleza e inteligencia externa detrás de los OVNI, y otro clavo en el ataúd de quienes proponen un origen interno, en la propia inteligencia humana".

El historiador de los OVNI, David Jacobs, se hizo eco de esta postura en su trabajo The New Era of UFO Research (La Nueva era de la investigación OVNI) (Pursuit, nº 78, 1987) y más recientemente en Secret Life (Vida Secreta), afirmando que no existen precedentes para la configuración platillista ni en las películas de ciencia ficción, ni en la propia ciencia-ficción, y ni siquiera en la cultura popular del momento. Dichos objetos parecían "superar con mucho los productos de la tecnología humana de 1947, y rápidamente se hizo evidente que los testigos estaban viendo algo que podría ser totalmente único".

En cierto sentido muy trivial Prytz y Jacobs están simplemente equivocados. Las naves espaciales en forma de disco tienen ciertos precedentes en la cultura popular. Aparecen en el bien conocido y ampliamente difundido cómic de Buck Rogers en fechas tan tempranas como 1930. En su propia serie Flash Gordon combatió contra un escuadrón de mortíferos "giroscopios espaciales" en 1934. Y lo que es aún mejor: podemos verlos dando vueltas, gracias a los gloriosos y toscos efectos espaciales del Hollywood de 1938, en la película Rocketship, como parte de la serie filmada de Flash Gordon basada en el cómic del mismo nombre. El ilustrador de ciencia-ficción Frank R. Paul empleó repetidamente naves espaciales en forma de disco en sus portadas para las novelas baratas de la época. Otros muchos siguieron su ejemplo. Sin embargo, considero este punto trivial porque me parece que se trata de coincidencias inevitables en un conjunto tan amplio de creatividad artística. Los artistas emplean todas y cada una de las formas geométricas que se les ocurren, y sólo cuando les falla la imaginación acaban apelando a la forma convencional del cohete. Si las imágenes de la ciencia ficción fueran determinantes para lo que la gente debía imaginar en 1947, hubiéramos tenido una oleada de cohetes fantasmas, no de platillos volantes. Asi que, ¿qué fue lo que determinó este resultado?

Por extraño que parezca, tenemos platillos volantes por culpa del error de un reportero. El año 1947 fue muy excitante en la historia de la aviación. Nuevos avances e innovaciones surgían regularmente y los recórds de velocidad caían uno tras otro conforme los pilotos trataban de romper la barrera del sonido. Chuck Yeager ganaría fama eterna al hacerlo el 14 de Octubre de 1947. Cuatro meses antes, en 24 de Junio de 1947, Kenneth Arnold sorprendió al mundo al informar haber visto en las cercanías del monte Rainier nueve objetos que volaban a la increible velocidad de 1200 millas por hora. Era un misterio increíble y fue tal la sensación, que acaparó titulares en todo el país. Pronto todo el mundo miraba al cielo buscando esas nuevas aeronaves que según los periódicos tenían forma de "platillo". En pocas semanas hubo cientos de informes sobre esos platillos volantes, a lo largo y ancho de todo el país. Mientras la gente presumiblemente creía estar viendo las mismas cosas que Kenneth Arnold había visto, estaba subyacente una gran ironia de la que nadie se dió cuenta entonces: Kenneth Arnold no había hablado de "platillos volantes".

Al relatar sus recuerdos del incidente en el Primer Congreso Internacional OVNI, en 1977, Arnold reveló que el nombre de platillos volantes surgió "a causa de un gran mal entendido" por parte del reportero que escribió la historia para la agencia de noticias United Press. Bill Bequette le preguntó como volaban los objetos y Arnold le respondió que "bien, volaban de manera errática, como un platillo si lo haces rebotar en el agua". La intención de la metáfora era describir el movimiento de los objetos, no su forma. Arnold insistió en que los objetos "no eran circulares". Un vistazo al dibujo que hizo en su informe para la Fuerza Aérea poco después de lo sucedido confirma lo cierto de dicha afirmación. Es díficil de describir en dos palabras, lo mejor que se me ocurre es darles forma como de escarabajo. Sea cual sea la descripción, algo resulta evidente. No se trata de esa elegante perfección geométrica alienígena que todos nosotros hemos llegado a reconocer y mitificar.

De estos hechos podemos extraer las respuestas a las preguntas de Hynek. La razón por la que cientos de imaginaciones desbocadas no acabaron en infinitas variaciones diferentes es porque estaban constreñidas por la descripción que Bequette hizo de los objetos. La frase "platillos volantes" proporcionó el molde que dió forma al mito OVNI en sus comienzos. Con el paso del tiempo la gente los dibujaba pareciendo lo que decían que parecían. Luego vinieron los fraudes fotográficos y las naves de películas como The Flying Saucer (El Platillo Volante) y The Day the Earth Stood Still (Ultimatum a la Tierra), y todas las películas y series televisivas de invasiones extraterrestres que llegarían en las décadas posteriores. El esterotipo ha perdurado hasta nuestros días. Cerca del 82 por ciento de las descripciones de las naves en los supuestos relatos de abducciones caen dentro de la categoría de platillos. Podemos encontrarlo en casi todos los casos más conocidos: en el viaje interrumpido de Betty y Barney Hill, Herb Schirmer, Travis Walton, el caso Andreasson, e incluso Whitley Strieber.

Los argumentos de Prytz y Jacobs resultan fallidos porque no hace falta mirar más allá del error de Bequette para entender la génesis indudablemente cultural del misterio platillista. El propio informe de Arnold actuó como fuente de emociones en el hasta entonces aburrido año de 1947. La velocidad de los objetos captó la atención de todo el mundo garantizando que todo el planeta incorporase la frase "platillos volantes" a su vocabulario en el curso de pocos días. La ciencia ficción no tuvo nada que ver, la atracción por los cada vez más veloces aviones a reacción fue lo más determinante.

Puede que el error de Bequette no sea la refutación definitiva de la teoria extraterrestre para algunos. Pero desde luego deja a sus defensores con una endiablada paradoja: ¿Por qué los extraterrestres habrían de rediseñar sus aparatos para adaptarse al error de Bequette?

(*) Primera publicación: THE SKEPTIC, Vol. 8 nº 3, pags: 17-18. The Skeptic (Dept. B), P.O. Box 475, Manchester, M60 2TH, Gran Bretaña. Traducido por Luis R. González Manso, agosto 1995.

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