[CUENTO]

EL EXTRATERRESTRE ESCÉPTICO
Por Alejandro Agostinelli

El 24 de junio de 1947, un joven piloto, de nombre Kenneth Arnold, inauguró la era de los platos voladores. Lo que se acostumbraba a decir sobre ellos en los medios de difusión enojó a una colonia alienígena, que tras interferir una transmisión televisiva decidió intervenir, enviando a un humanoide a la Tierra a fin de predicar de que los humanos descrean de su existencia.
El extraterrestre en cuestión y un ferviente creyente en realidades interplanetarias vivieron el más asombroso encuentro imaginario del tercer tipo digno del recuerdo.

 

A José Luis Jordán Peña, único habitante del planeta UMMO

ILUSTRACIÓN: Andrés Martínez Ricci

 

El periodista chileno Enrique Villas Nóluder C. reside en la Argentina desde 1978. Al principio se ganó el pan con cierta honestidad. Fue cocinero, cerrajero y mozo. Pero luego fullero, taxi-boy y tarotista. Su nivel de ingresos se estabilizó cuando fue contratado por un diplomático japonés para que cuide su ovejero alemán en una quinta de San Isidro. La changa le dejaba bastante tiempo libre para su gran pasión: los platos voladores. Porque Enrique es, ante todo, un ufólogo. "Los ovnis me fascinaron desde que era cabro, cuando me convencí de que existen y vienen en son de paz. Luego creí que vinieron a completar la misión de Cristo. Ahora no sé. Después de mi experiencia sufro una extraña incertidumbre. Estoy desconcertado", declaró.

Largas horas de silencio, melancolía y soledad lo llevaron a preguntarse por el sentido de la vida y el destino del universo. Solía reflexionar a la siesta, mientras manguereaba los algarrobos, o a la hora de despiojar a Capitán Donald Keyhoe, el apodo que le puso a la simpática bestia.

Pero se había aburrido de esa vida. Entonces decidió que sería novelista. De los que escriben historias donde la ficción se mezcla con la realidad. Escribió algunas cosas, se las mostró a sus amigos y cuando le dijeron que tenía pasta de best-seller, se agrandó. "Tenés virtudes para ser un autor popular", le dijo un compadre adulón. "Tu prosa destila el fino rigor periodístico de Victor Sueiro, el espíritu crítico de Carlos Castaneda y el poder de convicción de Rodolfo Ledo" , lo animó otro.

El sabía que su misión en esta encarnación era escribir una gran historia sobre extraterrestres. Pero no se conformaba con algo estándard. La tarde del 19 de junio se sintió listo para empezar. Hacía frío, el patrón estaba de viaje y se refugió en su estudio. Arrimó la silla a la PC, se sirvió una copita de Bols, después otra, y otra, y otra; echó una mirada de astucia a la pantalla, y pensó. Tenía los ingredientes: el complejo romance entre un monje Zen y una doctora en neurobiología de Harvard, un pulguiento perro telépata llamado Capitán Keyhoe y un chamán azteca pasado de ayahuasca que recitaba el evangelio según Don Juan. El mutante interplanetario había sido rescatado de un pantano de Baradero por el Circo de Moscú, y predicaba una especie de filosofía de la Revolución Universal que sólo era comprendida por niños, payasos y delfines. Se moría de ganas de que la historia acabe con un vertiginoso paisaje de hongos, atómicos y alucinógenos, avanzando justo cuando el místico y la mujer de ciencias están por darse el primer beso apasionado. Un minuto antes del fin, ella le dir¡a: "Lo nuestro es imposible, el yin-yang constituye una contradicción lógica. La Nada nos espera". El no respondería. O murmuraría algo sobre el amor radiactivo que ya nadie podría oir.

Escenarios, personajes y perfiles estarían basados en la realidad. Pero Enrique vacilaba. No sabía cómo llenar los huecos. Le faltaba con qué anudar la trama. Débilmente achispado por la ginebra, se derrumbó sobre el teclado y le suplicó Luz al Senor. Y dejó de pensar.

Justo en ese momento vio la sombra de un fantasma a contraluz. Era un cuerpo opaco que fue cobrando la forma de una criatura del espacio. El extraterrestre era tal cual lo había imaginado.

LA VOZ DE ASTERON
"Te hemos elegido para que difundas un mensaje a la Humanidad". Su voz brillante era definitivamente de otro mundo, y sus ojos de mantis religiosa translucían dosis parejas de inteligencia, sabiduría y compasión. Enrique empalideció. Capitán Keyohe roncaba plácidamente echado a sus pies.

¿Quién es usted? ¿Cómo hizo para entrar? ¿De dónde viene?? ¿Qué busca? ¿Por qué a mí?" En Chile, Enrique fue movilero de televisión. De ahí adquirió la desagradable costumbre de preguntar a repetición. En su cara de pavo se le notaban varias cosas, entre ellas que era la primera vez que veía a un humanoide de verdad. "Soy Asterón. Entré por la puerta, provengo de una base que opera desde hace algunos miles de años en el cinturón de asteroides, lo elegimos a usted porque nos cae simpático y vine porque estamos hartos de que algunos terrestres tergiversen nuestra historia", dijo exactamente. Luego le pidió atención. Pero que no creyera en él: "Los terrestres son demasiado crédulos. Tienden a endiosar aquello que no comprenden. Hágame caso: dude de mi existencia. Pero oiga mis recomendaciones".

"Uuu-sted diii-rá qué lo traa-ae por aquí", tartamudeó Enrique. Fingió una afabilidad campechana. Pero estaba muerto de miedo. "Conocemos la cultura humana mejor que ustedes mismos" -sonrió el humanoide. "Tal vez le alcance saber que estamos colgados a sus sistemas de comunicación. Radio, televisión, satélites, Internet. Desde que inventaron la tele -si bien hemos debido digerir tremendos sapos- aprendimos más sobre la Tierra que en los últimos 2.000 anos. Nunca antes habíamos estado cara a cara con un terrestre. Y, a la inversa, es la primera vez que un humano se encuentra con uno de nosotros".

-Se equivoca -terció Villas, que para algo era ufólogo. Hoy mismo, en un programa de TV, Fabio Zerpa dijo que, estadísticamente, la Patagonia es la zona más visitada del mundo, y puso a las ovejas por testigos...

"Justamente, justamente", asintió el ET, mudando su expresión bondadosa por un rictus amargo. "Usted acaba de mencionar el motivo de nuestra visita. Hacía tiempo que no nos recordaban. O, para hablar con propiedad, de las fantasías que se han formado acerca de nosotros. Por desgracia, esos no son los únicos disparates que se dicen por TV (*). Suelen ser tantos que, a veces, nos preguntamos si realmente existe vida inteligente en la Tierra. Somos muy espirituales, es cierto. Pero no comemos vidrio. Muchas cosas deben ser aclaradas". Asterón miraba a la botella de ginebra de refilón. Enrique estuvo por ofrecerle un trago para brindar a la salud de la Confederación Galáctica pero conjeturó que un verdadero ET sería poco dado a las bebidas blancas. Le pidió que largue el rollo de una vez.

-Para empezar -sentenció Asterón, engolando su voz latosa- la historia de los platos voladores tiene un origen cultural. Piense en lo siguiente: las visiones de ovnis que se cuentan desde 1947 son humanas, demasiado humanas. Si este fenómeno tuviera algo que ver con nuestra civilización, o con cualquier otra ajena a vuestro planeta, el estilo de las naves, nuestra taxonomía y el contenido de los mensajes, debería surgir independientemente de vuestras expectativas y tradición cultural. Ergo: las apariciones tendrían poco o nada que ver con vuestras fantasías sobre nosotros. Y no es el caso: las diferencias que hay entre cómo somos y cómo nos imaginan son abismales (1).

- Sin embargo, yo a usted lo veo como siempre me lo imaginé...

- Correcto. De su inteligencia depende hallar respuesta a esta paradoja aparente. Antes, permítame decirle que los platillos que se comenzaron a ver desde la primera mitad de siglo no son muy distintos a las naves espaciales que ustedes describieron mucho antes en la literatura, las historietas y el cine de ciencia ficción. En 1912, 1919 y 1934, por ejemplo, se publicaron dos cuentos y una novela que muestran la típica escenografía que reaparecería en los relatos de discos voladores, incluídas las naves nodriza en forma de cigarro, los secuestros donde borran la memoria del testigo, encuentros con seres altos en salas circulares y luz difusa... Entre 1929 y 1934, aparecen platillos en las tiras de Buck Rogers y Flash Gordon. También en la pelicula Rocketship, filmada en 1938. En 1930, los ilustradores Frank Paul y Dick Calkins ya habían dibujado naves en forma de disco (2). Todo esto antes de 1947.

Asterón estornudó. El atchís sonó como una melodía de Kitaro. El ufólogo había entrado en calor: llevaba muchos años de creer. "¿Usted pretende decir que algunos cuentos de escasa difusión y unos comics influyeron en millones de testigos?". El ET lo miró como esos maestros que pierden la paciencia con facilidad. "Resultó medio durazno, el hombre", dijo el alien, y se sirvió él mismo un poco de ginebra. "A ver si me explico -siguió. Las descripciones de platívolos, por ejemplo, se ajustaron a un estereotipo social, sobre el ideal terrestre de un objeto aerodinámico, pues la imaginación humana todavía no había considerado que en el espacio no hay rozamiento. La absurda variedad de razas ET que describen, por otra parte, sólo son dignas de figurar en un manual de mitología espacial (3).

- Usted le falta el respeto a miles de observadores confiables. Además, hay trabajos estadísticos muy serios...

- Vea, amigo: Hace bien en no creerme. Todo lo que debe hacer es investigar, documentarse, revisar lo que se dice sobre nosotros sin prejuicios. Tarde o temprano verá que no somos mucho más que una ilusión de la era espacial, una esperanza que mezcla el imaginario científico contemporáneo con vestigios recuperados de tradiciones folklóricas, esotéricas, religiosas...

TAN SOLO UN ERROR
Enrique Villas vació el vaso de un trago y dijo: "¿Qué vio entonces el piloto Kenneth Arnold en junio de 1947? Porque ahí comenzó todo..."

- Ese relato, el primero, reafirma cuanto le digo. Ahí se estrenó la expresión platos voladores. Todo el mundo cree que la frase fue cosa de Arnold. Pero en realidad se originó en un error periodístico. El testigo dijo haber visto nueve objetos con forma de búmeran volando a velocidad supersónica cerca de Monte Rainier, estado de Washington. Cuando el periodista Bill Bequette le preguntó para la Associated Press cómo volaban esos objetos, Arnold los describió "como un plato rebotando sobre el agua". O sea: usó esa metáfora para describir el movimiento, y no la forma de los objetos. Pero Bequette se confundió y los diarios propagaron el término platillo. Y la frase sirvió de molde cultural para la oleada de observaciones que estaba por venir: la gente comenzó a buscar platillos y eso fue lo que encontró. Note la paradoja: ¿Por qué los testigos vieron platillos cuando esa no era la forma del objeto visto por Arnold? ¿Usted nos imagina rediseñando nuestras naves para adecuarlas al error de un periodista? (1). ¿Nos cree tan poco inteligentes?" -resopló el ET, y se le hinchó en la frente una venita verde esmeralda.

- ¿Y qué me dice del plato estrellado en Roswell? Porque ese fue el primer ovni recuperado por los militares norteamericanos...

- Su insistencia, Villas, es un eco del efecto bucle: para cada caso explicado siempre habrá otro que no lo está, y para reafirmar su creencia se aferrará de cualquier testimonio trivial (4). En cuanto al supuesto ovni desgraciado en Roswell, somos oficialistas: el 8 de setiembre de 1994 la Fuerza Aérea de los Estados Unidos publicó un informe explicando que el objeto que cayó el 4 de julio de 1947 en Nuevo México fue un globo experimental del Proyecto Mogul, destinado a misiones de espionaje sobre la actividad nuclear de la Unión Soviética. Antes que esto sucediera, lo que el ranchero William Brazel dijo haber encontrado coincide con la descripción de los despojos del globo: un amasijo de chapas de aluminio, madera balsa y retazos de polietileno. El verdadero lío lo armó el mayor Jesse Marcel cuando pidió que se informara que "habían recuperado un disco volador"... Aunque, después de todo, él actuó con inocencia. La expresión "disco volador" tenía diez días de uso y carecía de las actuales implicancias culturales (5). De ahí no sólo surgió la leyenda según la cual el Pentágono esconde naves tripuladas en hangares secretos: también fraguó el mito del encubrimiento. Si esos rumores conspiranoicos fueran ciertos, ¿me quiere decir para qué el gobierno norteamericano gastó fortunas en radiotelescopios? ¿Por qué la NASA iba a invertir mil millones de dólares en el Proyecto Viking, destinado a una infructuosa búsqueda de vida en Marte, si ya sabía que los extraterrestres existían? (6)

El ET hizo una pausa y vio a Enrique tapándose los oídos. "¡Basta! ¡Basta! ¡No siga!", sollozó. "No lo entiendo" -dijo apaciblemente Asterón, y acarició al mastín, que seguía imperturbable. "Cualquiera en su lugar se sentiría el hombre más feliz del mundo".

Es que Enrique Villas Nóluder C. sospechó que ya no podría escribir su apocalíptica aventura místico-espacial buscando inspiración en la realidad. Su concepto de lo real se había trastocado. A partir de ahora, conjeturó, debería contentarse con imaginar. "Quién diría: una vida esperando la revelación de las estrellas y, cuando se me da, empiezo a dudar", pensó en voz alta. "¿Dudar?" ¿Usted dijo "dudar"? -interrumpió el humanoide.

- Sí, dudo. Nunca seré el mismo. ¿Sabe lo que pasa? Esta es mi primera experiencia racional.

Enrique no había terminado de pronunciar la palabra "duda" cuando Asterón se desvaneció. El ufólogo apagó la computadora y meditó: "Hay miles razas espaciales dando vueltas por ahí y a mí justo me vino a tocar un extraterrestre escéptico".

(* ) El lunes 19 de junio de 1995, la actriz Mirtha Legrand protagonizó el almuerzo cósmico que precipitó la venida de Asterón, el extraterrestre escéptico. En los últimos años, el programa de la diva se convirtió en uno de los espacios que -sin ánimo de esclarecer el tema- le devolvieron popularidad. Entre los invitados esa ocasión figuraron el actor Fabio Zerpa y el vendedor de talismanes Antonio Las Heras. Trenzados en una patética competencia de chivos, el comediante uruguayo sólo fue claro las cinco veces que mencionó su espectáculo ovni-teatral, y Las Heras sólo dijo la verdad cuando pasó el número de su celular y leyó el título de su librito sobre los ovnis que vieron los astronautas, explicadas por Robert Sheaffer en la obra Veredicto Ovni. Los actores Carlos Perciavalle y Jorge Mayorano -con humildad el uno, con certidumbre evangélica el otro- revelaron sus experiencias místicas con los ufonautas. También lo hizo el contactado Dante Franch. Esas vivencias subrayaron el vuelco religioso que adoptó el mito ovni. Los encuentros cercanos clásicos parecen ser parte del pasado.

REFERENCIAS
Antes de desaparecer, Asterón -el ET que, a semejanza de los ummitas de Jordán Peña, ruega duden de su existencia- dejó el listado de bibliografía que citó durante el encuentro imaginario del tercer tipo que mantuvo con el ufólogo Enrique Nóluder C.

1) Kottmeyer, Martin. El error del platillo. En Perspectivas ufológicas Nro. 2. Abril de 1994.

2) Ovnis, la gran ilusión. En Descubrir, Año 2 Nro. 17. Noviembre 1992.

3) Cabria, Ignacio. "Entre ufólogos, creyentes y contactados". (1993: 304 páginas). Ed. Cuadernos de Ufología. Rualasal, 22, 39001, Santander, Espana.

4) Ares de Blas, Félix. ET en la Universidad. En El ojo escéptico Nro. 7/8. Julio de 1993. C. de C. 26, suc. 25, Buenos Aires.

5) Leone, Matteo. ¿Era un globo secreto? En UFO Nro. 15, enero 1995. C. P. 82, 10100, Torino, Italia. También ver Langrange, Pierre. La guerra fría de los mundos. En Ovni Présence Nro. 54. Febrero 1995. C. P. 102. CH-1000 Lausanne 7, St-Paul, Suiza.

6) Sheaffer, Robert.Veredicto Ovni. Examen de la evidencia. (1994: 343 páginas). Ed. Tikal, Madrid.

Primera publicación: Diario "La Prensa", sección "En trance". Buenos Aires, 25 de junio de 1995.

 

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