[EXPERIENCIAS]

AYAHUASCA: SENTIR A DIOS
EN LA PUNTA DE LOS DEDOS
Por Guido J. Paul
Los psiconautas que utilizan esta sustancia alucinógena buscan sumergirse en un universo abismal y vertiginoso, atrapante y emocionante. Casi siempre lo logran y, encima, es "en colores". Para ellos está claro: "la planta está viva" y les ofrece un espejo donde mirarse. Eso obtienen usando este psicotrópico tan difundido en un submundo donde unas veces prevalece el deseo de probar algo diferente, otras lograr salud a partir de provocar una experiencia mística y otras "trascender" (cualquier cosa sea lo que esto signifique) explorando el propio ser. Pero antes de sumirse en estas y otras reflexiones (ver notas relacionadas) , conviene enterarse de qué está hecha la luz que ilumina el puente que promete rozar la divinidad con la punta de los dedos.


Ayahuasca es un preparado vegetal que sus apólogos definen como "planta psicointegradora". Algunos autores, como el difunto psicochamán Terence McKenna, la llaman "planta maestra" porque, entre otras cosas, aseguran que habría formado parte de la dieta de los primeros homínidos, disparando la consciencia y el lenguaje humanos y dando lugar a la metáfora que según la cual de ella se hablaba cuando se hablaba de "El Árbol del Conocimiento". En la actualidad, estas plantas siguen rodeadas por un aura de "fruto prohibido". Por un lado, las legislaciones -acostumbradas a ignorar tradiciones y hábitos culturales de las minorías- las consideran drogas alucinógenas. Sin embargo, existe un consenso de que no son sustancias que propicien la adicción y cuyo consumo se encontraría más relacionado con la búsqueda de la salud o de "la verdad" (así o con mayúsculas) que con la evasión o el entretenimiento. El ayahuasca ya no es considerada una "droga alucinógena" sino un psicotrópico: su ingesta se propone como un viaje interior, un puente al autoconocimiento y el despertar de la conciencia. Estos apuntes están centrados en experiencias como las del antropólogo Luis Eduardo Luna, quien -a diferencia de quienes la adoran- utiliza a la planta como herramienta de curación.

QUÉ ENSEÑA LA PLANTA
Durante miles de años, los pueblos indígenas usaron pócimas elaboradas a base de preparados vegetales a fin de tender un puente mágico con realidades difíciles -sino imposibles- de abordar utilizando técnicas convencionales. Así, las llamadas "plantas maestras" fueron empleadas por curanderos y chamanes para comunicarse con los espíritus de la naturaleza y recibir sus consejos para tomar decisiones, sea como sistema de adivinación o medio de curación. En todo caso, fueron vehículos capaces de conducir a realidades alternativas pobladas por criaturas -luminosas, oscuras, poderosas o incorpóreas- que revelarían la existencia de mundos prohibidos o inaccesibles para el común de los mortales.

Las más antiguas religiones incluyeron en sus rituales una forma de "ebriedad sagrada". En el propio rito de la Iglesia Católica -que hoy parece despojado de misticismo- sobrevive el consumo simbólico de un embriagante, el vino. En la antiguedad, como documentan sus textos sagrados, los cristianos primitivos bebían licores mucho más fuertes que el vino que se usa en el centro de su máxima expresión litúrgica, la Misa.

La misma necesidad surgió en las expresiones de religiosidad de los pueblos indígenas americanos: el Cactus del Peyote, el San Pedro y el Tabaco Silvestre también fueron consideradas "plantas sagradas" o "plantas de poder". Probablemente, la más antigua e importante de todas es el ayahuasca.

En otros tiempos se las denominaba "alucinógenos". Pero el uso milenario de estas sustancias, ligado a los orígenes de su sentido primordial, que es el de posibilitar un contacto directo con la divinidad, llevó a reformular su denominación. Por eso ahora los estudiosos abogan por llamar a estos psicoactivos "enteógenos", término que significa "vivir a Dios dentro nuestro", conjugando así el carácter sagrado y visionario de la misma búsqueda.

Su uso ritual es historia antigua. El cactus peyote o híkuri, por ejemplo, fue consumido por huicholes, chichimecas y otras étnias nativas del norte de México. Más tarde, fue adoptada por los apaches mescaleros del sudeste de los Estados Unidos, los comanches kiowa y las tribus de las praderas, hasta difundirse al oeste del Canadá. A principios de siglo, su uso sacramental continuó en grupos religiosos indígenas y, más tarde, en movimientos culturales de cuño occidental como el de la Nueva Era, sobre todo gracias al influyente libro Las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda.

El ayahuasca surge hace 10.000 años y recibe más de 40 nombres distintos, lo que da una idea de la profundidad histórica de su uso: se le llama yajé en Colombia, kamarampi entre los Ashaninca, natema entre los shuar y achuara, ayahuasca, daime, etc. Su uso se extiende entre la población mestiza del Alto Amazonas, los llanos del Orinoco y la costa pacífica de Colombia y Ecuador, donde juega un papel central en la vida religiosa de las poblaciones indígenas. Hasta hoy se han documentado más de 72 grupos culturales amazónicos que consumen esta mixtura vegetal siguiendo sus tradiciones ancestrales, la mayor parte de ellos situados en la parte occidental de la selva amazónica.

También tiene muchos adeptos en el Brasil: la "planta maestra" es el leit motive de comunidades espirituales como la Iglesia del Santo Daime y la Unión del Vegetal, cuyos miembros, sumados, elevan a unos 70.000 el número de consumidores de la planta, en la que encuentran un instrumento para acelerar la evolución espiritual.

En la tradición chamánica mestiza del Perú, el ayahuasca enseña a explorar tanto el mundo natural como humano. Los chamanes también la usan para deducir las propiedades medicinales de otras plantas: toman un trozo de la planta que desean estudiar, lo agregan al ayahuasca y estudian como varían sus propias visiones. Sin embargo, ellos aseguran que su uso principal es, ante todo, averiguar los planes o la ubicación del enemigo: toman ayahuasca, se disocian del cuerpo y vuelan con sus mentes para explorar la selva y localizar a su presa.

Hoy el ayahuasca está difundida en los cinco continentes. Las aplicaciones terapéuticas que le dan Luis Luna y su grupo son un ejemplo de la adaptación occidental de su uso. En el Centro de Rehabilitación de Toxicomanías de Takiwasi, en Perú, se utiliza a la planta para curar adicciones como el cigarrillo, el alcohol, la cocaína y la heroína.

En los últimos tiempos, la "cultura ayahuasquera" emergió como género literario. "El manjar de los dioses", de Terence McKenna, "Plantas de los dioses", de Richard Evans Schultes y "Ayahuasca Visions", del propio Luis Eduardo Luna y Pablo Amaringo, son algunos de los títulos más recientes.

Josep Mª Fericgla: "las tribus shuar y achuaras se enrolan en el ejército ecuatoriano como estrategia para salir de la vida selvática e integrarse al mundo occidental. Pese a que esto supone un radical cambio de vida, estas étnias guerreras pierden todas sus tradiciones menos una: el consumo de ayahuasca o de otras sustancias enteógenas."

Además del consumo indígena, lo utilizan por muchos curanderos mestizos sudamericanos del Amazonas y los Andes. Se los llama ayahuasqueros y son los especialistas en usar esta planta mágica en sus prácticas religiosas. Los shuar, a la hora de interpretar los pasajes oníricos y la imaginería del ayahuasca, recurren a los ancianos, depositarios de su sabiduría oral tradicional: la consumen para resolver problemas, reafirmar su cosmovisión y contactarse con su mundo mítico.

Los chamanes aseguran que la ingesta de la planta les ayuda a ver, elaborar e interpretar situaciones presentes o futuras. Para favorecer esas premoniciones, beben la pócima para vomitar ritualmente: aseguran que les basta hervir solamente la liana Banisteriopsis caapi, sin el componente que aporta la DMT4.

El interés que despierta el preparado entre los etnobotánicos occidentales no es casual: se ha establecido que el cuerpo humano segrega componentes (triptaminas metiladas y betacarbolinas) cuya regulación tiene que ver con algunas patologías mentales y con estados de elevación espiritual. Y, curiosamente, éstos contienen las mismas substancias que la mayoría de los enteógenos. Por eso se destaca entre sus cualidades su enorme potencial como medicina.

 Bibliografía consultada
-Fericgla, Josep Mª; "A trasluz de la ayahuasca", Libros de la Liebre de Marzo, Barcelona: 1997.
-McKenna, Tercence; "El manjar de los dioses", Paidós, Barcelona: 1992.
-Schultes, Richard E., Hofmann, Albert; Plantas de los Dioses: orígenes del uso de los alucinógenos. Fondo de Cultura Económica, México: 1982.
-Luna, Luis E. & Pablo Amaringo; Ayahuasca Visions: the religious iconography of a peruvian shaman", North Atlantic Books, Berkeley, California: 1991.
- Ott, Jonhathan; "Ayahuasca y sus análogos. Los Enteógenos Pangéicos del Nuevo Milenio".

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Terence McKenna
Luis Eduardo Luna
Carlos Castaneda
Richard Evans Schultes
Pablo Amaringo
Josep Mª Fericgla

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